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P. Guillermo Jiménez s.x.

Bautizados y enviados

Durante este año hemos reflexionado sobre la carta apostólica Maximum illud, del papa Benedicto XV, sobre la misión ad gentes de la Iglesia, ya que el 30 de noviembre de 2019 se cumple el centenario de su publicación, razón por la cual el papa Francisco determinó que se tuviera el mes de octubre como un mes extraordinario de la misión.

 

El tema que el papa Francisco utilizó, tanto para el mes de octubre como para su mensaje del Domund, es Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo.

En su mensaje, el Papa escribió: La celebración de este mes nos ayudará en primer lugar a volver a encontrar el sentido misionero de nuestra adhesión de fe a Jesucristo. Esto lo constaté en la República Democrática de Congo, donde muchas personas –adolescentes, jóvenes y adultos– se bautizan cada año, después de seguir una preparación llamada catecumenado, que puede durar de dos a cuatro años.

El período del catecumenado ya es un camino en la fe, no un período exclusivo de aprendizaje de conceptos, sino sobre todo de una forma de vida en la fe, por lo cual muchas personas se comprometen en algunos servicios dentro de su pequeña comunidad, dependiendo de las cualidades de cada uno, siendo el coro el más seguido por los jóvenes y la visita a los enfermos por las señoras, aunque también algunos entran en el grupo de liturgia como lectores, otros para aconsejar a los matrimonios, o también en la búsqueda de nuevos candidatos para el bautismo u otros sacramentos, trabajos de limpieza…

De esta manera, una vez bautizados, ya están entrenados a servir a su pequeña comunidad y varios de ellos toman responsabilidades en dichos servicios, llegando incluso a responsabilidades a nivel parroquial.

Una señora que se bautizó estaba casada con un católico, pero sin el sacramento del matrimonio, lo cual implicaba que el día de su bautizo recibieran dicho sacramento, cosa que su esposo no quería. Pues bien, ella lo presionó para que arreglara todo (principalmente la dote que debía dar a la familia de ella) y lo hizo que empezara a frecuentar su pequeña comunidad y la parroquia. El esposo tenía algunos estudios universitarios, así que destacó y llegó a ser el responsable de dicha comunidad.

En otro lugar, mientras estaba esperando la hora para la celebración de la vigilia pascual en un centro que reunía varias comunidades, teniendo ya todo listo porque ahí habría bautismos, comuniones, confirmaciones y matrimonios, me senté en una banca de la capilla mientras el coro preparaba los cantos. Oí a una adolescente que hablaba a otra amiguita preguntándole si sabía quién era la imagen que tenían delante; la otra respondió que no, así que le explicó que era la Virgen María y que traía en sus brazos a Jesús el Hijo de Dios. Después supe que esta adolescente estaba a la mitad del camino para el bautismo, sin embargo, ya hablaba de su fe a quien no la tenía. Esto es vivir la fe compartiéndola.