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P. Rubén Macías s.x.

El verdadero misionero

Hermanos, en esta ocasión los invito a reflexionar sobre dos realidades, que, a mi parecer, son como sinónimos que se tienen que vivir en la persona del misionero, es decir la misión y la santidad.

 

 

La exhortación apostólica del papa Benedicto XV, Maximum illud, de la cual estamos celebrando cien años de su publicación y en la cual monseñor Conforti colaboró en su elaboración, ya planteaba esta realidad: Ha de ser hombre de Dios quien a Dios tiene que predicar… (MI 64). Casi un siglo después, Juan Pablo II, en la encíclica misionera Redemptoris misio, nos recordaba: La vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión. Todo fiel está llamado a la santidad y a la misión (RM 90). El papa Francisco, igualmente en la exhortación Gaudete et exultate, nos recordaba este llamado: Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque “esta es la voluntad de Dios: su santificación” (GE 19).

En los escritos de nuestro santo fundador, el tema de la santidad es recurrente; de hecho, al hablar de nuestro carisma lo describe como lo más digno y lo más sublime que puede desearse, constituyendo la semejanza más perfecta con la obra del Redentor (RF 65). El xaveriano está pues llamado a la santidad. Según nuestro fundador, ¿cómo podríamos definir este llamado? ¿Cómo alcanzar esta santidad?

Entre sus múltiples escritos que hablan de ello, quisiera resaltar dos ideas, que me parecen importantes y actuales:

  • Para san Guido, la santidad no requiere gestos extraordinarios, se llega a ella en la ordinalidad de la vida y con gestos sencillos: La santidad no consiste en hacer cosas maravillosas y en gozar de dones sobrenaturales extraordinarios, sino en poseer la gracia divina y en el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios, la cual se manifiesta especialmente a cada uno de nosotros en los deberes de nuestro propio estado de vida en que nos ha puesto la Providencia…

En mis cuarenta y tres años de vida xaveriana puedo recordar a tantos hermanos que, sin hacer cosas extraordinarias, han sabido vivir la santidad en las pequeñas cosas. Esta santidad se antoja, en este mundo de héroes fugaces y de grandes personalidades de humo; la luz poderosa del testimonio sencillo de vida se presenta como urgencia y como camino de santidad, así como Conforti nos lo pide.

  • San Guido tiene una segunda afirmación que me llama la atención y me interpela: Vale más un santo para la regeneración moral de un pueblo que cien genios, cien hombres de armas o cien diplomáticos. Por eso nuestro Señor suscita los santos exactamente en los momentos más difíciles. Ciertamente nuestro tiempo es un tiempo difícil, nuestra sociedad necesita exactamente una regeneración moral, por lo que urge que optemos por la santidad, que aceptemos el llamado que Dios nos hace para vivir en las pequeñas cosas: Cada uno por su camino… (GE 10).

Hermanos, pidamos a Dios que suscite entre nosotros más y más santos de la puerta de al lado (GE 6), más y más cristianos que sean levadura en esta sociedad líquida, deshumanizada y lejana de Dios; que seamos luz que ilumina y regenera nuestra sociedad.

Ante el llamado a la santidad que Dios te hace, y frente al modelo que Conforti te presenta, ¿qué opciones misioneras vas a hacer? ¿De qué manera vivirás tu vocación a la santidad y a la misión?