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P. Marcos Garduño s.x.

Enviados por amor

Este Mes Misionero Extraordinario que tiene como lema, motivador, bautizados y enviados, nos recuerda que la vocación misionera surge desde nuestro bautismo y la Iglesia entera lo tiene por naturaleza como una tarea a cumplir, pero también, deja de ser una generalización del término, para convertirse en una reflexión de una vivencia personal de encuentro, seguimiento y envío de Jesús resucitado,

de tal manera que la vocación misionera es una respuesta madura, alegre y responsable, fruto de un proceso paciente de relación con el Señor resucitado con sus amigos y discípulos, revelados a través de signos concretos de vida dentro de una comunidad de vida cristiana, que refleja las actitudes concretas de Cristo que sigue curando, perdonando, incluyendo y compartiendo.

Primero, Cristo sale a nuestro encuentro, nos acompaña, pero a la vez nos pide que lo acompañemos. Acompañándolo y conociéndolo mejor, nos entusiasma, nos hace soñar y anhelar una vida mejor para nosotros y por toda la humanidad, encausándonos con una mirada de compasión, misericordia y solidaridad, especialmente hacia los más débiles y vulnerables de nuestra humanidad. Nos hace ver la urgencia y la necesidad de anunciar, especialmente en esos ambientes, la presencia esperanzadora del reino de Dios, en esas historias tristes, sin aparente sentido, para encausarlas a un destino más prometedor, posible y casi palpable.

A un cierto momento, nos damos cuenta que el resto de la humanidad no percibe esa presencia tan viva y necesaria. Que Dios hace todo lo posible por comunicarse, pero todo mundo camina como si estuviera experimentando una ceguera porque no lo perciben. En cierto momento, Dios aparentemente desaparece y solamente apareces tú ante toda esa humanidad con su realidad precaria, y solo te pueden mirar a ti, no hay nadie más, y no puedes permanecer indiferente como si nada pasara, solo de ti depende anunciar y realizar lo que el Señor desea comunicar, pero solo tú eres consciente de esa posibilidad de salvación y de esa urgencia de anunciarlo, es allí donde inicia la obediencia del envío misionero que el Señor nos hace, de una manera muy personal. Porque solamente te puedes ver tú con toda esa sensibilidad y conciencia ante una realidad de una humanidad sedienta de esa presencia de Dios que puede llevarlos a la plenitud de su felicidad.

Dios sigue llamando a jóvenes en nuestros días a una vocación especial, no les priva de tal sensibilidad propia ni hacia la humanidad, pero hace falta una respuesta libre y valiente. Sin embargo, desgraciadamente muchos prefieren fingir demencia y caminar con el resto de la humanidad en su ceguera, para evitar un compromiso y esfuerzo, pero como remarca el papa Francisco, no se dan cuenta estos jóvenes que no vale la pena ver la vida solo como espectadores y se pierden la oportunidad de vivir la mejor aventura de su vida con el Señor.

En la arquidiócesis de México, en el intento de dar una respuesta a esta llamada del Papa de ser una Iglesia en salida, se ha programado para el mes de octubre de este año, una acción misionera que intentará involucrar a miembros de todas las parroquias de esta arquidiócesis con setenta y dos horas de acción misionera urbana, que se desarrollará con gestos de compromiso social en cinco áreas vulnerables de la sociedad de la Ciudad de México que son: pobreza, hospitales, discapacidad, cárceles y ecología.