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Juan Juárez

Yo soy siempre una misión

En su mensaje del Ángelus con motivo de la fiesta del Bautismo del Señor, en enero del 2016, el papa Francisco hacía esta pregunta a los presentes, ¿Quién de ustedes conoce la fecha de su bautismo?, y los invitaba a buscarla, ya que decía que era importante conocerla porque era una fecha para festejar nuestro renacimiento como hijos de Dios y reafirmar nuestra adhesión a Jesús, con el compromiso de vivir como cristianos, miembros de la Iglesia y de una humanidad nueva, en la cual todos somos hermanos.

Quizás a muchos de nosotros, nunca se nos hubiera ocurrido festejar el día de nuestro bautismo como lo hacemos con nuestro cumpleaños, ya que si bien es una fecha que hace parte de nuestra historia, muchos de nosotros tal vez ni siquiera nos acordamos de la celebración porque éramos demasiado pequeños, como diría aquella persona, mis papás me hicieron fiesta y ni siquiera me invitaron.

Cómo bien sabemos este mes de octubre, el papa Francisco lo ha declarado como un Mes Extraordinario Misionero, para conmemorar el centenario de la carta apostólica Maximum illud, con la cual el papa Benedicto XV intentaba encender y fomentar, para proveer y extender las misiones, o como diría el papa Francisco en su carta, para que todos los fieles lleven en su corazón el anuncio del Evangelio y crezca el amor por la misión. Para motivar esta conmemoración se eligió el lema: Bautizados y enviados.

Con este lema el Papa pretende que los cristianos vuelvan a encontrar el sentido misionero de nuestra adhesión de fe a Jesucristo, es decir, recordar que todo cristiano por el hecho de estar bautizado tiene como misión hablar de Jesús a los demás sobre todo con su manera de vivir.

Pero antes de preguntarnos cuántos cristianos son conscientes de este deber misionero, nos podríamos preguntar, cuántos cristianos son conscientes de que el recibir el bautismo, no se trata solo de cumplir un rito que se hace por tradición, sino que nos compromete a vivir como hijos de Dios y miembros de la Iglesia.

Pero viendo la realidad, nos damos cuenta que para muchos el bautismo forma parte de su historia, pero influye poco en su vida. Y cuando se trata de ayudar, a través de la catequesis para recibir algún sacramento que la persona se acerque más a Jesús, no es raro que muchos se quejen porque tienen que hacer un año o dos de preparación, se ve algo inútil o como una imposición.

Creo que este mes extraordinario misionero que el Papa nos propone es una oportunidad que el Señor nos da para renovar nuestra amistad con Jesús que nos invita a disfrutar de su presencia que nos acompaña en cada momento de nuestra vida. Y en segundo lugar a tomar conciencia que cada uno de nosotros somos una misión, es decir, que el Señor quiere que le ayudemos en su misión de luchar contra toda injusticia y vivimos una auténtica fraternidad universal, que se expresa en el respeto recíproco de la vida de cada uno, ya que, para el amor de Dios nadie es inútil ni insignificante.

Creo que es una buena idea aceptar la invitación del papa Francisco de celebrar el día de nuestro bautismo, pues nos ayudaría a recordar que pertenecemos a la familia de Dios y que tenemos una misión en el mundo, pero sobre todo a ver el mundo con los ojos y el corazón de Dios.