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P. Guillermo Jiménez s.x.

Conducir a la humanidad entera a los brazos de Jesucristo

Después de hablar de las formas en que los fieles, como obra de grande caridad, pueden ayudar en el trabajo de la Iglesia para propagar la fe (oración, vocaciones misioneras y limosna), el Papa propone los medios oficiales del catolicismo, englobados en las Obras Misionales Pontificias.

 

La primera de ellas es la Obra de la Propagación de la Fe, por lo cual Benedicto XV incita a la Congregación de Propaganda que la haga rendir para proveer ayuda a las misiones existentes y a las que surgirán después.

La segunda obra que recomienda es la de la Santa Infancia que, como se nos explica, tiene como finalidad la de proporcionar el bautismo a los niños moribundos hijos de paganos, obra en la que participan también los niños bautizados, con lo cual, a la vez que aprenden a estimar el valor del beneficio de la fe, se acostumbran a la práctica de cooperar en su difusión.

La tercera es la Obra de San Pedro, institución que tiene como finalidad el brindar ayuda para la educación y formación del clero nativo en las misiones, puesto que en el tiempo de este documento era muy pobre el clero nativo.

Añade además lo prescrito por su antecesor, León XIII, que la colecta de la Epifanía sea destinada para redimir esclavos en África.

El Papa termina exhortando a los responsables de las diócesis a organizar vuestro clero en punto de misiones, ya que los fieles siempre manifiestan su deseo de ayudar en esta obra de evangelización, solo falta saber encauzarlos bien, lo cual es posible con la implantación en todas las diócesis del mundo de la Unión Misional del Clero, que tenía poco de haber iniciado en Italia, como ya lo mencionamos, promovida por el beato Paolo Manna y san Guido María Conforti.

En la conclusión de esta carta apostólica, Benedicto XV vislumbra una acción misionera muy fecunda si cada uno cumpliese con su obligación como es debido, lejos de la patria los misioneros y en ella los demás fieles cristianos, según lo que ha expresado en este documento.

El Santo Padre, como sucesor de san Pedro, se siente enviado a evangelizar a todos, no solo a los bautizados, por ello dice: Y cual si repercutiese aún en nuestros oídos aquella palabra del Señor: “¡Guía mar adentro!” (Lc 5,4), dicha a san Pedro, a los ardorosos impulsos de nuestro corazón de padre, solo ansiamos conducir a la humanidad entera a los brazos de Jesucristo. Reconoce también que son muchos los que han fecundado y otros que aún fecundan con su sudor de apóstoles, esperando que se unan muchos otros para llevar a cabo esta labor que es de toda la Iglesia.

Así hemos recorrido, durante este año, el mensaje misionero que está por cumplir un centenario de su promulgación: el 30 de noviembre de 1919.