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P. Jesús Tinajera s.x.

Alegría por seguir a Jesús

Mientras Jesús pasaba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y Yo los haré pescadores de hombres”. Y de inmediato dejaron sus redes y le siguieron (Mc 1, 16-18).

 

El mes de octubre está consagrado a las misiones. Es maravilloso ponerse al servicio de los demás. Misionar puede adquirir distintos significados: cumplir una encomienda, sentirse responsable en la educación de los hijos, sacar adelante la vida familiar con todo lo que comporta de sacrificio y donación o asumir un cargo y desempeñarlo con entusiasmo. Todas estas verdaderas misiones, toman un sentido más pleno, cuando se cumplen con una conciencia cristiana. Seguir a Jesús en el cumplimiento de nuestra misión, llena la vida de una alegría indescriptible.

Jesús nos dirige su mirada

Allí, en nuestro trabajo, en la escuela, en la calle, en el hogar, en el tiempo de descanso, Jesús nos dirige su mirada. Él sabe lo que hacemos, lo que nos gusta hacer. Él conoce nuestros deseos y también conoce lo que nos desagrada. Jesús, recorre, en fin, con su mirada, nuestras ganas de amar; nuestra sed de infinito y también nuestras limitaciones, y fijándose en tal y como somos, su mirada, irresistible, nos seduce y nos conquista, al punto de pensar en nosotros mismos: Jesús es el camino, la verdad y la vida, y con él nuestra existencia toma sentido.

El seguimiento a Cristo, parte de profundas convicciones, creadas en el corazón del ser humano, gracias a esa mirada limpia, penetrante e invencible. Solo la mirada de Cristo que penetra toda nuestra existencia, nos hace comprender lo que somos y ella es reflejo de su amor incondicional, capaz, incluso de jugarse todo por nosotros, diciéndonos: Síganme y los haré pescadores de hombres.

La inmediatez es signo de alegría

Los hermanos, Simón y Andrés, dice el Evangelio de Marcos que inmediatamente dejaron sus redes y siguieron a Jesús. Los dos comprendieron todo con la sola mirada de Cristo. Ni siquiera intercambiaron palabras para tomar la decisión. Cuando nos damos cuenta de la mirada de Jesús sobre nuestras vidas: ¡todo cambia! Se es capaz de mirar en modo distinto: el trabajo, los bienes, la familia, incluso la patria; y entrar en el mundo maravilloso de la alegría espontánea y verdadera del seguimiento de Cristo. Las barreras, por difíciles que sean, nos parecen simples, por la sencilla razón que, nuestro seguimiento de Cristo es movido, no por un enamoramiento sórdido, efímero y etéreo; sino que por el contrario: seguimos a Cristo absortos de una mirada que nos ha mirado con un amor sublime, eterno y real, del cual hemos quedado conquistados.

La misión, con Cristo, es fácil. No hay ninguna encomienda, ninguna responsabilidad, ningún sacrificio, ningún cargo que resulte difícil; cuando sabemos que Cristo ha dirigido su mirada sobre nuestras vidas y hemos quedado conquistados, a punto de responder, espontáneamente, a la invitación de seguirlo.

Reflexión                                                                

¿Qué tan consciente soy de la mirada de Cristo sobre mi persona? ¿He hecho la experiencia de un amor, que me deje completamente confiado a mis acciones? ¿Siento que todo lo que hago, es respuesta a una misión?