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P. Alberto Morales s.x.

Siempre seguía adelante

San Agustín de Canterbury nació en el año 534, posiblemente en Roma. Fue monje benedictino. En el año 597 el papa Gregorio Magno lo envió, junto con otros 39 monjes, a evangelizar la isla británica, es por ello que es considerado como el Apóstol de Inglaterra.

Cuando Agustín y sus compañeros llegaron a Inglaterra ya existían algunos cristianos puesto que la isla había estado bajo el dominio del imperio romano, sin embargo, la mayoría de la población seguía siendo pagana. El trabajo misionero de san Agustín y sus compañeros fue facilitado debido a que el rey, llamado Etelberto, tenía como esposa a una cristiana. El mismo rey se convirtió al cristianismo y dejó a sus súbditos la libertad de aceptar la nueva religión.

Agustín se ganó la confianza de los ingleses y fue nombrado primer obispo de Canterbury, donde inició su misión. Como responsable de la Iglesia de Inglaterra le envió al Santo Padre un reporte hablándole del éxito de la misión. Como respuesta el Papa le envió más misioneros para que continuaran con la labor evangelizadora. Al mismo tiempo el pontífice le envió las siguientes recomendaciones: No destruir los templos de los paganos, sino convertirlos en templos cristianos; no acabar con todas las fiestas de los paganos, sino convertirlas en fiestas cristianas. Por ejemplo, ellos celebraban las fiestas de sus ídolos con grandes banquetes en los cuales participaban todos. Pues hacer esos banquetes, pero en honor de los mártires y santos; dividir el país en tres diócesis: Canterbury, Londres y York.

Las primeras dos recomendaciones del papa Gregorio Magno nos llaman la atención, puesto que datan del siglo VII, sin duda fue pertinente y puesta en práctica por Agustín y sus compañeros en aquel entonces, sin embargo, siguen siendo válidas para la misión hoy; el respeto por la cultura y las costumbres de las gentes son primordiales para el éxito de la misión de la Iglesia católica en el mundo actual.

El trabajo misionero es arduo y hay que llevarlo a cabo con mucha humildad. Cuentan los biógrafos que Agustín no era un hombre que se acobardaba, siempre seguía adelante. Su fama llegó a oídos del Papa y este le dijo en una carta: Estoy enterado de cómo Dios todopoderoso se ha valido de ti para obrar grandes prodigios entre esta gente. Por esto es necesario que este don divino sea para ti motivo de gozo y de temor a la vez: de gozo porque estos prodigios externos han sido para los anglos ocasión de una conversión interna; de temor, porque estos prodigios encierran el peligro de que tu espíritu, débil como el de todos, se envanezca, y el honor que por fuera te procuran te sea por dentro causa de caída en el pecado de vanagloria.

San Agustín de Canterbury murió un 26 de mayo del año 605 y es venerado por la Iglesia católica, anglicana y ortodoxa. Que su ejemplo sirva para que siga habiendo misioneros que anuncien a Cristo a todas las gentes.