Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos delante de Él, a todas las ciudades y lugares a donde debía ir (Lc 10,1).
Esta frase tomada del Evangelio de Lucas resume muy bien algunos aspectos de mi vida misionera y de mi experiencia en nuestra misión de Taiwán. Me llamo Giuseppe Matteucig, misionero xaveriano nací en Italia en 1958. Fui enviado a Chicago para estudiar la teología. Después de mi ordenación, en 1984, trabajé en Estados Unidos por nueve años, sobre todo en el campo de la animación misionera vocacional juvenil. En 1993 recibí el gran don de ir a la misión de Taiwán.
Una de las razones por la cual entré con los Xaverianos fue el espíritu de familia, el sentido de fraternidad y amistad que he tocado con mano desde el primer momento en la comunidad de Udine (Italia). Esa experiencia me hizo comprender que la misión es un acto comunitario, un evento que crea puentes y relaciones nuevas y nos recuerda el sueño de nuestro fundador san Guido: Hacer del mundo una sola familia.
Para mí no es fácil describir en pocas líneas lo que han significado las amistades nacidas durante los trece años pasados en Taiwán, en un mundo tan diverso al nuestro, como es el mundo chino, ya que el Señor nos llama y nos invita a seguirlo individualmente y en comunidad, a relacionarnos con Él y con el prójimo.
Este llamado para relacionarse y cultivar la amistad, a entrar en relación y a desarrollar relaciones, lo he percibido a lo largo del camino de mi vida. He tenido siempre el sentimiento claro que cada momento en el que he sido llamado a entrar en un nuevo ambiente o una nueva realidad, el Señor iba antes y me preparaba una casa. Preparaba personas abiertas para recibir a este extranjero peregrino.
Al llegar a Taiwán, he tenido la misma sensación. He descubierto el mundo de 關係 –guan xi– relaciones. Un mundo que al principio parece extraño, pero luego nos damos cuenta que se basa en el respeto y en la relación correcta con los demás. He tocado con mano y he vivido en propia piel la belleza del dicho chino: 在家靠父母在外靠朋友 –zai jia kao fu mu zai wai kao peng you (en casa confías en tu papá y en tu mamá, fuera confías en tus amigos), que para mí ha llegado a ser una fuente de alegría y esperanza. Al llegar a Taiwán sin saber una palabra de chino, uno debe confiar en el maestro-maestra de lengua...
Poco a poco te das cuenta que la maestra no te ha enseñado solo por deber, sino porque quiere ayudarte, según tu capacidad, para entrar en este mundo tan diferente y sentirte como en casa. Esto ha sido para mí la amistad la maestra Judy Zhang, que estaba disponible también fuera del horario escolar para darte una mano, para repasar, corregir y ayudarte a entender, como hace un amigo que conoce el camino mejor que tú...
Esta amistad, este entrar en relación con los otros, lo he vivido también en mi servicio en el centro de pastoral juvenil de la arquidiócesis de Taipéi. El arzobispo, monseñor Giuseppe Ti-kang que había conocido en Estados Unidos, me pidió mi disponibilidad para colaborar como encargado de la pastoral juvenil en el centro de la arquidiócesis.
Aunque todavía luchaba con el idioma y la cultura china, acepté la invitación por el hecho de que en el centro de pastoral juvenil se trabajaba con estudiantes de preparatoria y de universidad, cuya mayoría (95%) no eran católicos. Acepté porque vi la amistad y las ganas de colaborar... La pastoral juvenil, los programas y los cursos de formación para animadores juveniles es un trabajo en conjunto basado en el aporte de todos, como evento comunitario que crea relaciones de amistad apoyadas sobre valores comunes y no solo en aspectos exteriores.
He colaborado por ocho años con Cynthia Yan, Luke Wang, Rosalie Huang, Cecilia Huang y otros… y puedo decir que esta colaboración y amistad me ha mostrado todavía más claramente que la misión y el anuncio del Evangelio es fruto de un testimonio comunitario, hecho de amistad y relaciones... El misionero no es un trabajador solitario, sino uno que entra en relación con los otros, cristianos o no, para colaborar junto a ellos por el bien común y en última instancia para la construcción del Reino.
Amistad y relaciones verdaderas no solamente con el mundo de fuera, sino deben estar también al centro de nuestra vida comunitaria, a pesar de sus imperfecciones y limitaciones... Para nosotros xaverianos la misión es siempre un evento comunitario y esto es un gran testimonio. Como nos recuerda bien san Francisco de Asís: Proclamen el Evangelio siempre, usen la palabra cuando sea necesario.
Quiero contar otra anécdota. Enfrente de nuestra pequeña iglesia-comunidad de Taipéi estaba la lavandería en seco de la señora Lin. Un día me detuvo en la calle y me preguntó: Padre Ma, ayúdame a comprender dónde está la verdad, pues en las noticias de la televisión dicen que en los países occidentales hay divisiones, odio entre naciones y pueblos, guerra, violencia, gente que no se ponen de acuerdo y no se ayudan, sin embargo, entre ustedes que son de diferentes países no es así, (en aquel tiempo la comunidad estaba formada por hermanos que venían de Italia, México, Congo y Estados Unidos), se la llevan bien, se ayudan y llevan adelante juntos sus actividades... Veo una gran amistad entre ustedes. Dime padre Ma, ¿cuál es la verdadera realidad? En ustedes veo la esperanza de un mundo donde la gente, aunque sea diferente por origen o por cultura se logra vivir unidos... con el deseo de caminar juntos hacia un objetivo común. Esto que me ha dicho la señora Lin (no cristiana) ha sido el más bello cumplido escuchado durante mis trece años en Taiwán... Es verdad, el ejemplo de vida (Hch 2,42-47) habla más elocuentemente que tantos discursos.
La experiencia de Taiwán me continúa sosteniendo también ahora que me encuentro de nuevo en Estados Unidos. Continúo moviéndome en dos pistas. La primera la recuerda muy bien el papa Francisco: Invito a cada cristiano, en cualquier lugar o situación en que se encuentre, a renovar hoy mismo su encuentro personal con Jesucristo (EG 3). Encuentro que habla de amistad personal y profunda con Jesús, el maestro de Nazaret... Encuentro que refleja el movimiento actual del Evangelio de Marcos: “Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso, y se reunieron con Él. Así instituyó a los Doce (a los que llamó también apóstoles), para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar" (Mc 3,13-14). Encuentro que está a la base de todo.
La segunda es que esta relación personal con Jesús nos invita a salir de nosotros mismos para entrar en relación de amistad, colaboración y crecimiento con los miembros de nuestras comunidades y con todas las personas que nos encontramos en nuestro camino. Ser siempre expresión de aquello que dice el evangelio los envió de dos en dos, para construir puentes, cultivar amistades, crear unidad de propósitos... crear un movimiento hacia el bien común y así con pequeños pasos hacer realidad el sueño de san Guido que es el mismo de Jesús: Hacer del mundo una sola familia.