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P. Pablo Emmanuel Torres s.x.

El gusto por aprender

En medio de las situaciones que se viven en varios países de Latinoamérica en donde el poder político más que ayudar a los suyos defienden sus propias ambiciones, sin embargo, no se debe perder la esperanza de caminar hacia adelante. Hay noticias que llenan de júbilo y alegría.

El pasado mes la congregación de la Compañía de Jesús anunciaba que se realizaría en serio la causa para la beatificación de su ex superior general el padre Arrupe. Si bien los jesuitas se han distinguido por su obediencia al Papa, también se distinguen por la cantidad de proyectos de asistencia social que acompañan. Uno de ellos, es el llamado proyecto entreculturas que es una ONG (Organización No Gubernamental) que busca una transformación a través de la educación principalmente en los países azotados por la guerra, la violencia o la discriminación, sobre todo con las niñas a quienes se les limita la educación simplemente por ser niñas.

Actualmente, aun cuando en varios países han aumentado las oportunidades para la educación de los niños, y se han mejorado las estructuras, sin embargo, no siempre se logra acabar con el mal social de limitar el saber y el conocimiento. La ignorancia es uno de los males más antiguos y más dolorosos, ya que se pueden llegar a cometer más maldades por ignorancia que por ventaja, y a pesar de eso, no se cree en la educación como un medio para transformar la realidad.

La fe católica nos enseña que hay que usar todos nuestros talentos para producir buenos frutos y que reconozcan que somos discípulos de Cristo. El amor a la verdad no se limita a ser una persona que posee muchos conocimientos, sino que aprenda a vivir con alegría aplicando con sabiduría esos conocimientos en la vida concreta. Por tanto, no se debe abandonar el crecimiento personal y dejar el gusto por aprender cosas nuevas, no se puede decir ya lo se todo, pues siempre hay algo nuevo que aprender y poner esos conocimientos al servicio de los demás.

Actualmente, quizás, el reto más grande es infundir en los adolescentes y jóvenes el gusto por el conocimiento, desde la escuela hasta en la casa. Sobre todo, el gusto por conocer más a nuestro Señor Jesús, para aportar nuestro granito de arena en la extensión de su Reino. Empezando por pequeños actos muy concretos, por ejemplo: leer algún Evangelio u otro libro de corte espiritual. Animar a los más pequeños al hábito de la lectura, para que cada vez más personas tengan el gusto por aprender siempre algo nuevo y diferente.