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P. Pablo Emmanuel Torres s.x.

Una navidad entre la espada y la pared

El 25 de diciembre celebramos la natividad de nuestro Redentor, fue un día de fiesta y de gratitud, las iglesias del mundo se vistieron de fiesta para recibir al niño Jesús que nació en Belén.

Sin embargo, solo fue día de fiesta para las iglesias que son reconocidas públicamente por sus gobiernos, pero, no así para las comunidades que tienen que vivir su fe de forma clandestina, particularmente el caso de China. El pasado marzo el obispo Vincent Guo Xijin fue detenido por las autoridades y aunque fue liberado prontamente, quedó disuelta una de las iglesias católicas que tenían diálogo directo con la Santa Sede.

Es necesario recordar que la Iglesia reconocida de China no acepta la autoridad del Santo Padre ni las orientaciones de la Santa Sede sino solamente sigue las orientaciones de la Iglesia de la asociación patriótica china, por lo que el Estado regula todas las acciones de la Iglesia católica, lo que coloca en un dilema a los ya pocos feligreses chinos. Por tanto, el dilema es muy claro y sobre todo doloroso: desobedecer al Santo Padre o someterse a unos pastores objetivamente cismáticos nombrados directamente por sus perseguidores.

La fe en nuestro Señor Jesucristo para muchos países de corte dictatorial es muy peligrosa, ya que genera un estado de conciencia del actuar propio y de una posición ante la realidad que se vive, logrando una autocrítica y crítica social a la luz de la fe y del Evangelio. El nacimiento de Jesús en la Navidad nos ha llenado de alegría y en nuestro país, es una experiencia de familia con la algarabía que nos distingue, pero en otras fronteras la Navidad se celebró con esperanza, aunque con cierto tono de amargura del cual no podemos negar o dejar pasar.  

La Santa Sede está tratando de mediar la situación con el nombramiento de dos obispos que estarán afiliados a la Iglesia reconocida china y los que fueron encontrados ejerciendo en la clandestinidad pasan como obispos coadjutores, que según parece, estarán en relación directa con la Santa Sede. Sin embargo, el miedo es que no se sabe si el gobierno va a respetar los acuerdos, ya que la historia de la Iglesia china ha estado marcada por la violencia contra los católicos y los cristianos en general; queramos o no, estamos hablando de una Iglesia oprimida.

Los obispos que ocuparán los cargos de la Iglesia reconocida China son: Peter Zhan Jianjian y Joseph Huang, los cuales estaban excomulgados de la Iglesia católica romana y que como parte de la reconciliación se les permite retomar sus cargos, y que a partir del 11 de diciembre de 2018 entraron en función. Para los feligreses de la Iglesia católica China, es un momento difícil ya que han sido objeto de burlas e incomodidad y ante este hecho pareciera que la Iglesia de Roma les esté dando la espalda al negociar con sus perseguidores. No podemos más que seguir orando por las comunidades católicas en dificultad para que el niño Jesús que nació en Belén las consuele y fortalezca.