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P. Jesús Tinajera s.x.

Tomar el arado

San Pablo en su primera carta a los Corintios nos dice que el amor es paciente (13,4) y en su segunda carta nos dice que el amor de Cristo nos urge (2Cor 5,14). En realidad, no existe ninguna contradicción entre las dos afirmaciones. El amor sabe esperar cuando las circunstancias así lo ameritan y el amor no se detiene, cuando es necesario que actúe urgentemente.

Tratándose del llamado a la vida misionera, religiosa o sacerdotal, es verdad que tarde o temprano se debe dar una respuesta; el primer momento del llamado, va acompañado de paciencia, pues es necesaria la reflexión para asimilar la propuesta; sin embargo, quien siente un amor verdadero a Cristo y quiere dar su vida por Él y por los hermanos, no puede esperar mucho tiempo; el momento de dar una respuesta, apremia. Por eso Jesús en el camino a Jerusalén, cuando alguien le dice: “Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios” (Lc 9,62).

Poner la mano en el arado

Las palabras de Jesús dirigidas a este tercer hombre, según el relato evangélico, tienen aparentemente su origen en el relato de 1Re 20,15-21. A Jesús le impresiona el hecho de que Eliseo, sintiendo el deseo de saludar a su padre y madre, no haya ido a su casa y que después de despedirse de sus compañeros de trabajo con gesto de generosidad y desprendimiento, y a la vez de abandono de su vida ordinaria, se ponga a la secuela de Elías. Llama la atención que Eliseo quema el arado para cocer la carne de los bueyes que ofrece a sus amigos. Sin embargo, Jesús resalta la actividad del llamado indicándola como: poner la mano en el arado. Lo que hace pensar que la vocación a la vida comprometida con Cristo no es pasiva sino todo lo contrario, de trabajo, y arduo trabajo como el que expresa la imagen de trabajar con el arado. Quien imagina que podrá servir en la edificación del Reino de Dios y permanecer en la vida que llevaba antes del llamado, o seguir manteniendo lazos familiares fácilmente, no sirve para el Reino de Dios. El llamado es seguimiento total de Cristo en completo abandono de sí mismo.

Una mirada siempre de frente

La primera explicación de la frase: El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios, es aquella de comenzar un trabajo y seguir hasta terminarlo. Mirar hacia atrás, podría significar dejar la yunta y ocuparse en otras cosas, sin terminar lo comenzado. En la lógica del lenguaje, Jesús resalta la necesidad de mirar siempre de frente. El yuntero, antes de iniciar su labor ya tiene su mirada puesta en la meta. No podemos imaginar a un joven, decidido a seguir a Cristo, pero pensando aún en su vida de adolescente o creyendo que la juventud es eterna. La juventud es más que nada el momento crucial en el que se define el futuro. Si no hay una respuesta al llamado de Cristo, mientras se es joven, difícilmente podremos colaborar en la edificación del Reino de Dios.

Reflexión

¿Cuáles son los yugos que no me dejan dar una respuesta adecuada al llamado que Dios me hace? Tomar el toro por los cuernos es una expresión paralela a tomar la yunta por el arado, lo que significaría hacer uso del yugo como soporte del propio trabajo personal. ¿Has tenido presente que las exigencias del llamado son el medio para tu propia realización humana y cristiana? ¿Qué camino quieres recorrer con Cristo?