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Grupo de campo de trabajo en Ceuta

Entrar en su piel

El 12 de agosto de 2018, once jóvenes cristianos de diferentes diócesis de España (Albacete, Coria-Cáceres, Jaén, Madrid y Sigüenza-Guadalajara) y tres misioneros (una franciscana misionera de María coreana, un misionero xaveriano mexicano y una laica misionera de la delegación de misiones de Teruel y Albarracín), comenzamos un campo de trabajo en el Centro de Atención y Acogida de Inmigrantes de Ceuta “San Antonio”. Antes de esta experiencia, no éramos capaces de empatizar con el inmigrante, pese a que conocíamos la situación actual en nuestras fronteras y nuestros corazones deseaban entrar en su piel.

Como consecuencia del encuentro con el joven migrante, se ha producido un cambio en nosotros que nos ha impulsado a escribir esta carta en favor de sus derechos y dignidad.

Sería muy cómodo, como cristianos, dejar las cosas como están y abandonar esta tarea en manos de personas especializadas en esta materia o políticos y gobernantes de los países, pues creemos que los jóvenes, y en especial los jóvenes dentro de la Iglesia, tenemos una respuesta que dar.

Gracias al encuentro personal que hemos tenido con los inmigrantes, nos hemos dado cuenta de que no existen diferencias entre ellos y nosotros como jóvenes. Tenemos los mismos intereses, deseos e inquietudes; queremos estudiar, trabajar y desarrollarnos como personas. No obstante, a ellos se les priva de estos derechos fundamentales que todos deberíamos poder ejercer. Y es por esta razón por la que ellos ven como única opción salir de sus países de origen para intentar encontrar un futuro digno en otro lugar.

Con motivo del Sínodo de los Jóvenes, hemos considerado importante que estos jóvenes inmigrantes también tengan voz y que sus anhelos sean escuchados por la Iglesia.

Creemos conveniente la realización de jornadas de trabajo conjunto entre asociaciones cristianas y no cristianas que se dedican a ayudar al inmigrante en los diferentes países del mundo. Esto permitiría aunar esfuerzos y dar una solución más eficaz, poniendo siempre en primer lugar al hermano necesitado. Además, puede ser una medida de concientización de esta realidad: por una parte, al celebrarse estas reuniones en un ámbito internacional, habría una mayor visibilidad de los cambios que se están produciendo para mejorar el estado de cosas; por otra parte, mucha más gente se vería involucrada y cambiaría su forma de pensar respecto a la dignidad del inmigrante, lo cual podría llevar a una mejora real y definitiva de la situación.

Sabemos que ya se está haciendo en algunas diócesis, congregaciones religiosas y parroquias, pero se podría dar aún un mayor impulso a la acogida de inmigrantes de forma organizada y regulada por medio de las parroquias, en línea con lo que dice el papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2018: Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados. Dentro de esta dinámica, se les podría facilitar alojamiento y manutención, ya sea dentro de las parroquias o en familias; actividades formativas que les ayuden a su integración en la sociedad (idiomas y costumbres); actividades lúdicas (música, juegos y deportes); y acompañamiento personal (que el inmigrante se sienta querido, valorado, escuchado…).

En fin, como jóvenes cristianos queremos expresar nuestra fe; hemos visto a Cristo a través del inmigrante, nos ha removido nuestro ser y queremos, dentro de nuestra fragilidad, ser voz de estos jóvenes inmigrantes que buscan una vida plena… queremos ser callejeros de la fe, sabiendo que somos una misión de Dios en este mundo

(Extracto de la carta enviada por parte de algunos jóvenes españoles al delegado de misiones, el texto completo se puede encontrar en el siguiente enlace: https://www.javerianos.org/actualidad/actualidad-de-la-iglesia/565-jovenes-cristianos-espanoles).