Skip to main content
P. José Luis Vega

Y después del V CAM, ¿Qué hacer?

Hola, que tal estimados lectores de la revista Misioneros Xaverianos. Con gran gusto les comparto que el pasado mes de julio tuve la oportunidad de participar en la ciudad de Santa Cruz, Bolivia, al V Congreso Americano Misionero. Fue un acontecimiento de gran importancia, no solo para la Iglesia de Bolivia o para la Iglesia del continente americano, sino para toda la Iglesia universal.

Un acontecimiento como el CAM V, deja claramente de manifiesto que, a pesar de la diversidad de lugares de procedencia, razas, lengua, cultura, tradiciones, o incluso algunos gustos, la unidad que nos propone el mensaje evangélico de Cristo al momento de la ascensión (cfr. Mt 28,19), es siempre vigente y real, e incluso, cada vez más apremiante.

Todos los que nos entusiasmamos con el estilo de vida que Cristo nos propone para hacer de este mundo un mejor espacio de trabajo, convivencia y fraternidad, estamos llamados a colaborar en su propia construcción. Todos tenemos grandes dones con los cuales contribuir. Algunos con su animosidad, otros con su experiencia y sabiduría, otros con su ímpetu, fuerza y gran vigor, otros más con una aguda sensibilidad… Dios a cada uno nos ha dado grandes cualidades y talentos que estamos llamados a descubrir, hacer crecer y ponerlos al servicio en busca del bienestar común.

Si bien es cierto que, al igual que en los tiempos de Jesús, toda clase de personas, independientemente de su condición, fueran lo que fueran, eran llamadas a convertirse en sus discípulos (as) para dar así inicio a la gran aventura de la Iglesia, familia de Dios, también es cierto que, dentro de entre todos ellos, la acción de los jóvenes fue particularmente remarcable, enriquecedora y comprometida de una manera particular.

Así como Jesús invitaba a seguirlo a orillas del mar de Galilea, por esos valles, y por aquellas calles estrechas, hoy también sigue llamándonos a estar cada vez más cerca de Él, y este CAM V fue, sin temor a equivocarnos, un espacio para escuchar, aun con más fuerza, su voz que dice al joven: Ven y sígueme, precisamente en este año en el que el papa Francisco llama a todos los obispos junto con sus iglesias, para hacer un llamado a los jóvenes a no tener miedo y abrir sus corazones y sus realidades a la luz de Cristo y a la Iglesia en busca de un mundo mejor.

La participación de este congreso misionero estuvo ciertamente marcada por una eufórica alegría y entusiasmo, pero también por la colaboración y gran interés de una mayoría joven. Es en este sentido que varias de las conclusiones del congreso ponen su esperanza de realización precisamente en ellos.

Son en gran mayoría los jóvenes quienes encarnan esa simpática característica de la alegría y la sonrisa, y precisamente por esta circunstancia es que en ellos está depositada fuertemente la gran tarea de educar a este mundo con la alegría del Evangelio, tal como el papa Francisco lo ha propuesto en no pocas intervenciones. Una alegría que sea capaz de aliviar y sanar las grandes heridas que nos ha dejado todo el siglo XX con sus numerosos conflictos, heredándonos un mundo dividido, un tanto individualista e indiferente a realidades que van desvirtuando nuestra propia humanidad como son: la violencia, la pobreza, el secularismo, la pérdida del respeto a los derechos humanos, la absolutización de los valores materiales y económicos, la banalización del tesoro de una verdadera sexualidad, entre otros. Ciertamente, inyectar esa alegría requerirá de esta generación joven, renuncias y en ocasiones hasta sacrificios, aspectos que deben ser brindados con verdadera voluntad y generosidad con un espíritu de entrega y libre donación, más que de una resignación apesadumbrada.

Las conclusiones de este CAM V, hacen un fuerte llamado a la participación de jóvenes cuyo convencimiento de su propia fe en el Evangelio, compromiso con la Iglesia en particular y con la sociedad en general, sea tan intenso que esté capacitado para salir a las periferias de todas nuestras realidades: físicas, geográficas, educacionales, etcétera. Una salida que los ponga al lado de aquellos que están excluidos hasta de las necesidades más básicas como el alimento, el vestido, la atención médica, la familia digna, a la educación, a ejercer su propia sexualidad con responsabilidad y virtud, entre otros.

La juventud a quienes se dirigió este CAM V, debe ser una juventud convencida de su esencia misionera, firme y constante en todos los aspectos de la vida: social, político, cultural, etcétera. Una juventud que refleje permanente y comprometidamente, un ardiente carisma profético de anuncio de aquello que contribuye al crecimiento y dignificación del ser humano con la utilización de todos los medios que pueda tener a su alcance, sean estos: humanos, materiales, espirituales, la técnica y la tecnología con sus innumerables invenciones que hacen de nuestro universo una realidad global. Una juventud capaz de comunicar con todo y con todos.

Y tu joven que nos lees, ¿te animas a tomar en tus manos el compromiso CAM V?, aquel que también se lee como:

Con

Animo, ¿Vamos?

Misionero