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En el mensaje del DOMUND dirigido a los jóvenes y a todas las comunidades cristianas, lo que le impulsa al Papa a hablar a todos, es la certeza de que la fe cristiana permanece siempre joven cuando se abre a la misión. Y creo que para saber qué tan joven es nuestra fe, debemos conocer cuáles son las características propias de la juventud. Pues es obvio que cuando se habla de una fe joven, no hace referencia únicamente a una determinada etapa de la vida.

La primera característica de la juventud, es la vitalidad; pareciera que nunca se cansan, y uno se pregunta, ¿de dónde sacan tanta energía? Asistiendo a algunas celebraciones litúrgicas, uno se llega a preguntar si realmente ahí hay vida, pues se tiene la impresión que se hace por rutina. Cuando uno ve cómo son las celebraciones en las comunidades de otras partes del mundo, se nota la diferencia, la vida fluye, no solo porque se toca un tambor o porque haya danzas, sino porque la vida cotidiana va al templo, hay mucho por agradecer a Dios, por el nacimiento de una vida nueva, porque a pesar de la violencia, uno ha podido vivir una semana más…

Otra característica del joven es la ilusión, siente como fuerzas interiores del amor que prometen un futuro e impulsan hacia adelante nuestra existencia. Desgraciadamente vemos cómo el apasionarse por algo, en muchos adultos ya no forma parte de sus vidas, quizás por malas experiencias vividas. Para un cristiano, el pesimismo no tendría que ser parte de su vida, pues el creer en Dios, nos debería llevar a tener la seguridad que no todo está perdido, que al final el bien y lo bueno que hagamos da fruto. Es por eso que el Papa nos dice que para quien está con Jesús, el mal es un estímulo para amar cada vez más.

Y esto lo podemos comprobar, son muchas personas de buena voluntad en tierras de misión, que, a pesar de ser perseguidas, son fieles a su compromiso de catequista, de visita a los enfermos, del cuidado de niños o ancianos abandonados. Viendo su ejemplo, nos damos cuenta que realmente el reino de Dios, es como esa semilla de mostaza que aparentemente parece algo pequeño pero que en realidad poco a poco va creciendo.

Otro rasgo distintivo de la juventud es la audacia. Muchas veces hacen cosas alocadas, sin medir las consecuencias, pero también son capaces de arriesgarse por causas o personas que ellos consideran que vale la pena. Muy contrario a los adultos que poco a poco nos vamos acomodando, y no queremos que nada nos saque de nuestra zona de confort.

Creo que, a muchos de nosotros, jóvenes y adultos, nos hace falta vivir con más audacia nuestra vida, lo que no significa que tengamos que hacer los challenge (desafíos) que están tan de moda en las redes sociales, sino tener la valentía de dejar nuestro egoísmo y nuestras seguridades para vivir más comprometidamente nuestra fe. Sobre todo, los jóvenes deberían aceptar el desafío de seguir la vocación misionera, de comprometer su vida al servicio de los demás, era lo que les recordaba el Papa a los jóvenes de Chile: Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie: le haces falta a mucha gente y esto piénsalo. Cada uno de ustedes piénselo en su corazón: yo le hago falta a mucha gente.

Vivir una fe joven, es tener ganas de salir, de no quedarse en casa, no solo un fin de semana para ir a un antro y divertirse con los amigos, sino de salir y no quedarse en casa para aceptar la invitación que Jesús nos hace de ayudarlo a construir un mundo mejor, de ayudarlo a cumplir con la misión que recibió de su Padre, de ir hasta los últimos confines de la tierra para anunciar y dar a conocer el sueño de Dios: hacer del mundo una sola familia.