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P. Juan Juárez s.x.

El juego de tu vida

En estos días parece que una buena parte de la humanidad se ha contagiado de una enfermedad que es llamada, la fiebre del futbol o del mundial, pero no hay por qué alarmarse, no es mortal. Más allá de las críticas que se le pueden hacer al mundial, sin embargo, eventos como este nos recuerdan algunos valores que son importantes en nuestra vida.

A través de espinas y directo a las estrellas, es lo que dice la canción oficial, y es verdad, ser parte de los 32 equipos participantes, no es fácil. Sobre todo para los jugadores, pues su camino no comenzó el día que fueron convocados para ser parte de la selección; desde muy pequeños, han tenido que abrirse camino a través de las espinas de la pobreza, de la incomprensión, de dejar a la familia, de la falta de confianza en ellos... La vida de estos deportistas nos recuerda que si también nosotros queremos llegar a ser alguien en la vida, no lo lograremos si nos quedamos sentados en un sillón por mucho entusiasmo que pongamos, es necesario esforzarnos y prepararnos para lograr nuestros objetivos.

Ponerse la camiseta de la selección del país al que se pertenece, es un gran privilegio, pero es necesario poner las cualidades que uno posee en bien del equipo para llegar a la victoria. Aun cuando un futbolista pueda ganar el botín de oro, esto no sería posible si sus compañeros quisieran lucirse pensando solamente en sí mismos.

Esto nos recuerda que no podemos ir por la vida diciendo: Es mi vida y con ella hago lo que me da la gana, pues cada acción que hacemos afecta o beneficia a los demás. Nos hace tomar conciencia que cuando trabajamos en equipo todo es más fácil, sale mejor y el bien del otro es también mi propio bien. Qué bueno sería que todos tomáramos conciencia del trabajo en equipo, pues para cambiar tantas situaciones en el mundo que no van bien, es necesario que ninguno se sienta excluido, ninguno se sienta que no puede aportar: Tú eres nuestro equipo, y sin ti nunca va a ganar, nuestro objetivo, es alto muy alto, pero con nuestro equipo podremos llegar ahí.

Para todo futbolista estar en un mundial y jugar el juego de su vida, que le permita mostrar a todos lo bueno que es, cómo tiene derecho a estar con los mejores y levantar la copa del triunfo, lo lleva a no conformarse y soñar a lo grande. Pero muchas veces la vida nos hace una mala jugada. No es raro ver a futbolistas que debido a una lesión de último momento, a un problema familiar, o a un imprevisto no puede participar. No es raro ver que aún el mejor jugador del mundo, falle el penal que daría la victoria a su equipo.

¿Qué hacer ante estas situaciones adversas en nuestra vida?: ¿darnos por vencidos?, ¿perder la esperanza?, ¿perder la fe? Jugar el juego de nuestra vida, no significa no encontrar espinas en nuestro camino, no significa no caer. Jugar el juego de nuestra vida significa no perder la capacidad de soñar despiertos, de mirar más allá, saber que un sueño puede anclarse en una realidad, no perder la esperanza ante la adversidad, aprender de nuestros errores, dejarse ayudar por los demás, y sobre todo de Dios. No importa lo que digan, voy a ganar o perder, me caeré, me levantaré.