Skip to main content
P. Jesús Tinajera s.x.

Nuestra corona no se marchita

Existe una paradoja en el mundo de hoy: el laicismo y el deseo de espiritualidad. ¿Cómo explicar esta dicotomía? El laicismo es, por un lado, vivir para comprender el mundo; y por otro, lleva implícito, por las connotaciones históricas, el rechazo a lo divino. Por el contrario, la espiritualidad es el deseo del hombre de comprender el mundo desde la perspectiva de lo divino. Los ideales humanos son orientados según la cultura en la que crecemos. Lo que nos propongamos vivir en nuestra juventud, marcará las pautas de nuestra vida futura. Hay ideales duraderos y también ideales que se marchitan, como nos lo hace ver el apóstol Pablo: ¿No han aprendido nada en el estadio? Muchos corren, pero uno solo gana el premio. Corran, pues, de tal modo que lo consigan. En cualquier competición los atletas se someten a una preparación muy rigurosa, y todo para lograr una corona que se marchita, mientras que la nuestra no se marchita (1Cor 9,24-25).

Muchos corren, pero solo uno gana el premio

Vivimos en un mundo lleno de competición: son pocos los jóvenes que no quieren o no tienen la posibilidad de superarse; la gran mayoría piensa en un post-grado y muchos no se contentan con uno solo. Todas las universidades están en su apogeo. Es algo que no sorprende realmente. En la historia de la humanidad siempre ha habido y habrá jóvenes con talento que dan renombre a las universidades. Es notorio también encontrar genios que están en favor de la Iglesia y genios que están en contra, incluso de la fe. Los ideales de unos y de otros difieren según las inclinaciones personales. Sin embargo, desde el punto de vista antropológico y sociológico, todo ideal humano está coronado de trascendencia y de inmortalidad. Las diferentes religiones de todos los tiempos han definido al hombre un ser religioso. Desde el punto de vista cristiano, el joven de hoy ha de enfrentar el reto de vivir su identidad, es decir, ser joven religioso, o bien, vivir según el mundo, es decir, negando lo esencial de nuestra humanidad. La elección marcará su futuro: efímero o duradero.

Nuestra corona, no se marchita

Los jóvenes tienen el corazón limpio. Sus ideales propios, al momento de elegir una carrera, los llevan a pensar en utilizar sus talentos para progreso del mundo. Es esta bondad natural que habla de su espíritu religioso. Hacer el bien, buscar el progreso; siempre en favor de los demás. Sin embargo es bueno darse cuenta que hoy por hoy, existe una especie de revolución contra la misma humanidad. Los ideales juveniles que busquen defender al ser humano en su totalidad, tendrán que hacer frente a la ola de facinerosos que buscan destruirlo. Nuestros ideales serán cristianos para que el mundo se llene de gloria. Periodistas, políticos, artistas, gente simple, ricos o pobres, sí, pero cristianos.

Reflexión

¿He meditado hacia dónde me quiere conducir el mundo? ¿Cuáles son las corrientes actuales que están en favor, realmente, del ser humano? ¿Qué existe en el cristianismo que se opone a mi realización como persona, y como ser humano en mi identidad como hombre o mujer?