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P. Carlos González s.x.

Fuente de esperanza

Antes que todo debemos tener en cuenta que Bangladesh cuenta con 170 millones de habitantes, y una tercera parte de la población tiene entre quince y veinticinco años de edad, según un informe de las Naciones Unidas.

Los jóvenes de hoy, en su mayoría, aunque nacieron en un ambiente rural por el interés de seguir estudiando, tienen que dejar la casa del pueblito o el ranchito e ir a las grandes ciudades para obtener un título profesional, o como técnico en algún oficio.

 

La primera escuela de la vida es el hogar donde se nace, y los primeros maestros son los papás, aquí no es la excepción, los hijos aprenden y asimilan los valores y principios que sus padres les transmiten. Aunque la gran mayoría son pobres, no por eso dejan de soñar que algún día no muy lejano, vivirán mejor que ellos.

Hablando de educación, en Bangladesh existen diferentes tipos de educación para los jóvenes: la educación secundaria en general, la preparatoria (college), madrasa (escuelas donde se les enseña el Corán), la universidad, las escuelas técnicas y profesionales. La mayoría de los centros escolares para jóvenes son privados y solo un 3.5% son gubernamentales.

Aunque muchos son los jóvenes que intentan ingresar a las escuelas para obtener un título y así obtener un buen trabajo en el futuro, no deja de ser un sueño que luego se ve opacado. Porque para poder obtener un buen trabajo, aunque uno haya sido un estudiante sobresaliente, se necesita dar una buena propina para obtener un buen puesto. Esto ocurre tanto en las empresas privadas como en las oficinas gubernamentales. Se podría decir que si quieres trabajar, tienes que comprar tu empleo.

La juventud bengalí, se caracteriza por ser dinámica, creativa, alegre, y con poco se hace la fiesta. A pesar de los problemas económicos o del desempleo se lanzan a buscar nuevas formas de sobrevivencia. Últimamente también está creciendo en ellos el sentido de responsabilidad y solidaridad con los más necesitados. Claro que como dice el refrán: Si las palabras convencen, el testimonio arrastra. Si no ven una forma de vida que les dé testimonio de compromiso, no hacen nada, pero cuando se les invita a ciertas iniciativas de servicio, son generosos y entusiastas para realizar cualquier tarea.

Por ejemplo, tenemos un muchacho llamado Samiron, dirige un proyecto para prevenir la enfermedad de la talasemia (anemia hereditaria). Una vez que se dio cuenta de los estragos que causa esta enfermedad, formó un buen grupo de voluntarios que se preocupan por buscar quienes son portadores de esta enfermedad en el distrito donde vivimos. Ya son más de tres años que realiza estas campañas de concientización, y mediante un examen de sangre, ha descubierto a cientos de portadores ayudándoles a ser conscientes de que es mejor no engendrar un hijo que después sufrirá las consecuencias de esta enfermedad.

Por mi parte, además de todo el trabajo que realizamos en la misión, he involucrado a muchos jóvenes para que compartan sus conocimientos, con aquellos que no pueden pagar la escuela o necesitan apoyo para pasar un examen de nivelación.

Por la cercanía que existe entre Bangladesh y la India, los jóvenes son atraídos por las formas del Boolywood, que no es otra cosa que las formas de vida virtual que les ofrecen los héroes del cine indiano. Otra de las formas de vida virtual son los celulares full touch, la evolución que les ha ofrecido toda esta cultura virtual es asumida cómodamente por ellos. Es tanto el consumo de los celulares que se pueden comprar a buen precio. La drogadicción como en todos los lugares también hace estragos entre ellos. Hay drogas de todo tipo, desde las más caras y sofisticadas hasta las más comunes y a buen precio. Pero si no tienen dinero suficiente se contentan con el pegamento amarillo. Otro de los medios negativos que ellos utilizan cuando han perdido la esperanza y sienten que la vida no tiene sentido es el suicidio.

Es por esta razón, que con las actividades que realizamos, tratamos de crear en los jóvenes la consciencia de que en sus manos tienen la posibilidad de cambiar las cosas, que son una fuente de esperanza para creer que otro mundo es posible. Cambiar una mentalidad de siglos no se logra de la noche a la mañana, y una sola persona no lo puede hacer sin la ayuda de los demás.

Los invito a unirse a este proyecto con la oración, y sobre todo dando testimonio de vida donde prevalezca el amor sincero y el servicio desinteresado al necesitado. De esta manera unámonos a tantos jóvenes del mundo que evangelizan a otros jóvenes realizando obras de solidaridad por el bien del otro y por la paz.