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P. Carlos Abraham s.x.

Escuchar, discernir, vivir

El calor del sol y la energía juvenil se mezclan en una marcha de jóvenes que recorre las calles de Tacámbaro, Michoacán. Son grupos de la región pastoral Don Vasco, que abarca las cinco diócesis de ese estado. Entre sus cantos y porras proclaman la Buena Noticia, que la 55ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones nos anuncia nuevamente con fuerza: no vivimos inmersos en la casualidad; nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina.

 

Este primer Congreso de la Pastoral Juvenil y Vocacional de esa región comenzó la jornada con un momento de oración, con símbolos y emblemas de los lugares de origen de los participantes, se recordó que no hay que olvidar que Dios siempre nos sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y felicidad, nos llama a la alegría.

Nuestro Dios no invita a un insípido monólogo. Llama al diálogo, a la búsqueda, a la intrigante e inquietante necesidad de una elección. Las jornadas juveniles de este año, siguiendo el mensaje del papa Francisco, nos recuerdan que para encontrarnos con la diversidad y la especificidad de cada vocación, personal y eclesial, se necesita escuchar, discernir y vivir su Palabra que nos llama desde lo alto y que, a la vez que nos permite hacer fructificar nuestros talentos, nos hace también instrumentos de salvación en el mundo y nos orienta a la plena felicidad.

En estos tres aspectos —escucha, discernimiento y vida— encuadra también el comienzo de la misión de Jesús, quien, después de los días de oración y de lucha en el desierto, va a su sinagoga de Nazaret, y allí se pone a la escucha de la Palabra, discierne el contenido de la misión que el Padre le ha confiado y anuncia que ha venido a realizarla hoy (cfr. Lc 4,16-21).

Nosotros, seguidores de Jesús en este tiempo y en estas tierras, estamos invitados a seguir su itinerario. Estos tres sencillos pasos nos ofrecen una metodología de vida para quienes están en un momento de opción por un estado de vida.

La zigzagueante marcha juvenil por las calles de Tacámbaro es la imagen de la marcha de las jóvenes generaciones en su vida actual: cantos, porras, risas y slogans que borbotean de gargantas que suben y bajan a lo largo del camino, momentos caminando y otros de pausa, momentos de trote para alcanzar a los grupos de avanzada. Las escenas me proyectan al extremoso ritmo en el que se ven inmersos los muchachos y las muchachas de nuestro tiempo. La cercanía de amigos contagia el entusiasmo y hasta enchina la piel de emoción.

La marcha se adentra en el fresco y la paz de una iglesia, la celebración mantiene signos y tonos juveniles, con la suavidad de la alabanza. El obispo que preside nos insiste en la necesidad del silencio para escuchar y discernir profundamente. Después de la comunión, el silencio se hace profundo y fecundo.

Qué hermoso pensar que nuestra vida sea una respuesta de una vocación divina, y que los dones divinos nos llevan a vivir plenamente nuestra humanidad.