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P. Guillermo Jiménez s.x.

Algunas respuestas positivas al llamado de Dios

Después de haber visto que quienes rechazan el llamado que Dios les hace, no son nombrados muchas veces en la Biblia. ¿Qué pasa con los que responden afirmativamente al llamado de Dios? Estas personas son nombradas, normalmente, pero en ocasiones pasa algo más, como veremos en dos casos del Antiguo Testamento y dos del Nuevo.

Ya vimos algo sobre el llamado que Dios hace a Abraham. El libro del Génesis nos lo presenta como el inicio de una relación íntima, llegando Dios a decir: ¿Por ventura voy a ocultarle a Abraham lo que hago, siendo así que Abraham ha de ser un pueblo grande y poderoso, y se bendecirán por él los pueblos todos de la tierra? (Gn 18,17-18). Así es como Dios le revela lo que pasará con Sodoma y Gomorra; pero antes de este pasaje Dios le cambia el nombre original, que era Abram: No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, pues padre de muchedumbre de pueblos te he constituido (Gn 17,5).

También Jacob recibe un llamado de Dios, cuando se encontraba en la casa de su suegro Labán: Entonces Yahveh dijo a Jacob: “Vuélvete a la tierra de tus padres, a tu patria, yo estaré contigo” (Gn 31,3). Jacob obedece y, cuando estaba por llegar, pasó toda la noche solo, luchando con alguien (Gn 32,25); el otro dijo: en adelante no te llamarás Jacob, sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido (Gn 32,29).

San Lucas, en 1,26-27, nos presenta a la virgen de Nazaret, cuyo nombre era María. Entonces viene el llamado a ser la madre del Salvador, aunque dicho llamado sea mejor conocido como la Anunciación. El mensajero de Dios la saluda alégrate y la nombra como llena de gracia, que en griego es una sola palabra: κεχαριτωμἐνη. También a ella, al recibir el llamado de Dios, se le cambia el nombre.

El otro caso a analizar es el de Pedro, quien es presentado oficialmente como Simón hijo de Juan. ¿En qué momento se le cambió el nombre? Es difícil de saberlo, ya que san Juan 1,40 dice: Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús; ya es presentado como Simón Pedro, pero cuando tiene el primer encuentro con Jesús, el mismo evangelista nos dice que Jesús, al verlo, le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que quiere decir, “piedra”. Los Evangelios de Marcos (3,16) y Lucas (6,14) colocan el cambio del nombre en el momento de la elección de los Doce, mientras que san Mateo, habiéndolo ya nombrado en ocasiones anteriores como Pedro, nos dice que Jesús le cambió el nombre al darle la misión de ser la piedra sobre la que construirá su Iglesia (Mt 16,18).

El nombre nuevo, por lo tanto, va en acuerdo con la misión encomendada al momento del llamado.