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P. Rolando Ruíz

Lugar de encuentro

El próximo mes de octubre se celebrará la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos cuyo tema es “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Esto nos motiva a escribir y compartir lo que estamos haciendo en España como Misioneros Xaverianos en cuanto a la juventud, su fe y el camino de discernimiento vocacional.

Muchos jóvenes españoles en este momento se sienten fuertemente llamados a vivir la solidaridad con otros pueblos. Esto propicia que haya un flujo de jóvenes, que se pudiera calcular en unos trece mil, y que cada año salen de España para vivir una experiencia de voluntariado en otros países. Ellos han sido tocados por las situaciones de injusticia y precariedad vividas por millones de hermanos y hermanas en el mundo. El hecho de esta salida del propio país propicia un cierto interés por lo que hacen los misioneros y a la vez les permite, en muchas ocasiones, convivir con ellos en los diversos países a los que se dirigen. No siempre van con misioneros, muchos de ellos lo hacen a través de ONGs que están abiertas al plano humanitario. Y es precisamente en esa realidad en la que los encontramos.

Los Xaverianos en España, como otras congregaciones misioneras, salimos al encuentro de estas inquietudes proponiendo un voluntariado misionero, es decir, un tiempo de vivencia con los misioneros y desde una mirada de fe. Todo esto va generando un proceso interior y vivencial que permite encontrar en el corazón del joven una nueva dimensión, muchas veces, desconocida por él mismo, pero que le pertenece plenamente y además que lo resitúa en su dimensión humano-espiritual.

En este momento, en el que el papa Francisco está denunciando la globalización de la cultura de la indiferencia y del descarte, en Europa, la Iglesia y la sociedad se ha fijado mucho en los refugiados e inmigrantes. Los jóvenes se encuentran frente a esta realidad y buscan poder hacer algo. Es así como los campos de trabajo con inmigrantes que organizamos en Ceuta, ciudad española que se encuentra al norte de Marruecos y enfrente de la península ibérica, se están convirtiendo en un lugar de encuentro, de reflexión, de discernimiento y de propuesta misionera.

Lugar de encuentro

Encuentro con jóvenes del sur del Sahara y marroquíes, que tienen la misma edad, con sueños y el deseo de ayudar a sus familias. Jóvenes de una cultura distinta, con valores y formas diferentes de relacionarse con Dios, se convierten en interpelación e incitan a una manera muy concreta de vivir la fraternidad y la fe.

Lugar de reflexión

El encuentro suscita interrogantes sobre el mundo, reflexión sobre la vida. María, una de las jóvenes participantes escribía al respecto: Lo que he descubierto me ha roto los esquemas. Me ha hecho olvidar todo lo que imaginaba que encontraría y haría. Me hizo descubrir la verdadera situación de los inmigrantes en el mundo en que vivimos. La realidad es que los inmigrantes, no siempre pueden conseguir un visado. Y sin él, no pueden tomar un avión. No pueden estudiar ni trabajar en otro país, ni siquiera pueden viajar por placer. Lo más triste es cuando descubres que la motivación para venir a Europa es tan simple como buscar una vida mejor y que no tienen las facilidades que tenemos nosotros cuando emigramos a otros países por las mismas razones.

Lugar de discernimiento y encuentro con Dios

Diego por su parte nos dice: Pero debe ser cierto que Dios está siempre junto al hermano más pequeño, el que sufre. Porque cada día que nosotros, los que sin ningún mérito propio hemos nacido con todo dado, nos encontrábamos con ellos que vinieron a Ceuta con las manos vacías, podíamos ver una ilusión, una esperanza, una fuerza y una determinación que solo puede venir de Dios. Da igual que fueran guineanos o cameruneses, cristianos o musulmanes, todos ellos, como una gran familia, mantenían las ganas de poder continuar.

Al final como dice Franco Hiraldo de este campo de trabajo con inmigrantes: Ha sido un regalo de Dios. Como siempre, iba buscándome a mí mismo, bajo capa de misión y Dios, otra vez más, volvió a cambiarlo todo. Me encontré con el inmigrante, me encontré con el hermano. Esta es una de las grandes lecciones que he aprendido en Ceuta. Somos hermanos, tanto que yo, un pobre chico madrileño, he sido amigo de cameruneses y guineanos, y ¡hasta de marroquíes! Y ellos, ¡también querían ser mis amigos! Ver sus miradas, cargadas de sufrimiento y renuncias y, a la vez, de esperanza e ilusión, me enseñaba de nuevo que la vida del hombre, mi vida, está para amar y servir a Dios en los hermanos, especialmente en los más pequeños.

El joven está invitado a ser actor de las acciones de Dios en favor del hermano.