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P. Pablo Torres s.x.

Levantar el templo de la fe

Hace tiempo que se creyó estar en un contexto cultural que permitía la libre expresión de la fe sin miedo a las represalias que se pudieran suscitar. Sin embargo la realidad no refleja ese deseo, el marco en el que se vive la fe fuera del mundo occidental suele ser más bien de una fe discriminada y señalada.

En el caso de la fe católica en el ambiente del Medio Oriente, creer en Jesucristo es todo un acto de valentía ya que es poner la vida en riesgo por la convicción de la fe. Después de las grandes batallas que han vivido muchos cristianos por parte de ISIS parece que al fin llega un momento de calma, ya que con la expulsión de este grupo en algunas ciudades, ha sido posible la reconstrucción de templos cristianos y que al fin se celebre una Navidad sin miedo.

Uno de estos que ha vuelto a ser un lugar de culto, es el templo de San Jorge en la llanura de Nínive en la aldea de Teleskuf, que ha sido liberado y rehabilitado para que vuelva a recibir a fieles cristianos para celebrar los oficios litúrgicos.

En nuestro país se tiene la bendición de contar con la libertad suficiente para poder vivir la fe, sin miedo a la persecución o a una vida de fe enclaustrada, lo que hace que a veces uno tenga la impresión de que la fe en algunos aspectos se vive de manera superficial.

En México se tienen iglesias para celebrar la fe, entonces, ¿qué es lo que pasa con ese gran número de creyentes que no se sienten identificados con una vida de fe profunda, ni en su mayoría participa a las celebraciones más importantes del calendario cristiano? El tiempo de Adviento y Navidad deberían ser para el cristiano un signo de esperanza para seguir esperando la llegada de nuestro Señor Jesucristo. En la homilía de monseñor Absi el día de la reapertura de la catedral de Nuestra Señora de la Paz en la ciudad de Homs en Siria, decía: Reconstruir las iglesias y restaurarlas no tienen sentido sin su retorno a ellas, sin la reconstrucción de las personas.

Es aquí entonces que las fiestas litúrgicas de Navidad, de la Epifanía, entre otras, tienen un sentido nuevo, hay que reconstruir la vida del católico, hay que restaurar la vivencia de una fe más convencida que retome las nuevas situaciones en las que el católico vive a diario. Que si va a la Misa dominical crea en su corazón que Dios lo escucha, lo ama y lo anima a seguir una semana más. En este sentido hay que tener en cuenta que en otros lugares del mundo se sigue reconstruyendo la fe que la guerra destruye, pero no hay que olvidar que es tarea de todos construir el Reino de Dios en todos los rincones de la tierra. Por intercesión de san Guido María Conforti y san Francisco Xavier ese sueño es posible.