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P. Guillermo Jiménez

Diálogo con quien tiene costumbres diferentes

La Biblia presenta actitudes diferentes respecto a la relación con las personas que tienen costumbres diferentes, pero un acontecimiento narrado en el libro de los Hechos de los Apóstoles nos puede iluminar, para poder tener actitudes que deriven de la fe en Jesucristo.

Al inicio del capítulo 15 del mencionado libro, encontramos estas palabras de algunos que llegaron a Antioquía, procedentes de Judea: «Si no se circuncidan conforme a la costumbre mosaica, no pueden salvarse». He aquí la tendencia de querer obligar a los demás a que vivan como uno vive, pero como consecuencia de esta enseñanza empieza una discusión que se lleva hasta Jerusalén, donde Pablo y Bernabé cuentan lo que «Dios había hecho juntamente con ellos (15,4; cfr. 15,12)» en favor de las gentes que no venían del judaísmo, pero «algunos de la secta de los fariseos que habían abrazado la fe» objetaron «que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés (15,5)».

Una de las equivocaciones, en la historia de la evangelización, es la de querer obligar a los que quieren bautizarse a tener las misma costumbres de quien evangeliza, por eso es bueno reflexionar sobre lo que ocurrió en ese capítulo 15 sobre los inicios de la actividad misionera.

De un lado, están los que quieren que se viva como el pueblo judío, es decir, cumpliendo con la Ley de Moisés; por otro lado, tenemos el discurso de Pedro, quien hace alusión al capítulo 10, donde bautizó a personas no-judías y se había tenido que justificar en el capítulo siguiente; aquí dice que «Dios dio testimonio en su favor comunicándoles – a los gentiles – el Espíritu Santo como a nosotros» (15,8); junto a él tenemos la posición de Pablo y Bernabé.

La solución es presentada por Santiago (15,20) y retomada en la carta que se envía a Antioquía (15,28-29): «No imponer más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza (palabra que parece designar todas las uniones irregulares enumeradas en Lv 18, según una nota de la Biblia de Jerusalén)». Así vemos que no los obligan a asumir todas las costumbres de los judíos, reguladas por unas centenas de preceptos, sino solamente estas cuatro normas.

Dos de esas normas son tratadas por San Pablo en sus escritos, pues sobre el abstenerse de la impureza lo trata en el caso del incestuoso de la comunidad de Corinto (1Cor 5), y en el tema de la fornicación (1Cor 6,12-20). En cuanto a abstenerse de comer lo inmolado a los ídolos habla – en 1Cor 8 – de una cierta libertad para quien tiene el conocimiento de que los ídolos no son nada, pero por respeto a la conciencia de otros hermanos, para que esa «libertad no sirva de tropiezo a los débiles», es mejor no comerla.

Al evangelizar se debe formar la conciencia para guiarse por la fe, y no imponer costumbres propias.