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Alberto Morales Reyes

Rigoberta Menchú: Los pueblos indígenas y la paz

Pertenece al grupo maya quiché de Guatemala. Rigoberta nació el 9 de enero de 1959 en Uspantán, Guatemala. Como todos sus contemporáneos, ella conoció desde temprana edad la injusticia, la discriminación y la explotación a la que eran sometidos los indígenas de su país por parte de los terratenientes y del ejército.

Dichas experiencias la llevaron a involucrarse en la defensa de los pueblos indígenas y derechos de los campesinos. Durante la guerra civil guatemalteca, 1962-1996, muchos indígenas fueron torturados y asesinados por los militares, entre ellos el padre y la madre de Rigoberta. Para escapar de la represión ella se refugió en México donde publicó su biografía y así su lucha pudo recorrer el mundo y ser escuchada por la ONU. En 1988 regresó a su país para continuar denunciando las injusticias que seguía sufriendo su pueblo.

Fue en 1992 que le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz, en medio de la polémica celebración de los 500 años del descubrimiento de América. Dicho premio se le otorgó en reconocimiento a su lucha por la justicia social y reconciliación etno-cultural basado en el respeto a los derechos de los indígenas. Con este reconocimiento Menchú pudo actuar como mediadora entre el gobierno guatemalteco y la guerrilla hasta el acuerdo de paz en 1996. Gracias a ella hoy en Guatemala se reconocen 23 idiomas vernáculas como “Idiomas nacionales”, que pueden ser usadas en las actividades públicas y enseñadas en las escuelas.

Esta lucha no ha sido fácil. Rigoberta hubiera querido ser la presidenta de su país, pero los intereses partidistas no se lo permitieron, en las dos ocasiones en que se presentó en los comicios quedó en sexto y séptimo lugar. Sus contrincantes también cuestionaron su autobiografía y por ende el Premio Nobel, argumentando que no era válido e intentaron muchas veces que le fuera revocado. Sin embargo, los hechos demostraron siempre la legitimidad de su lucha en favor de su pueblo.

Al recibir el Premio Nobel Rigoberta dijo: “El premio es una de las conquistas más grandes de la lucha por la paz, por los derechos humanos y por los derechos de los pueblos indígenas que han sido divididos, fragmentados y han sufrido el genocidio, la represión y la discriminación. Mensajes de felicitaciones me han llegado de todas partes, paradójicamente, es precisamente en mi país donde encontré de parte de algunos las mayores objeciones, reservas e indiferencia. Tal vez porque en Guatemala es donde la discriminación hacia el indígena, hacia la mujer y la resistencia hacia los anhelos de justicia y paz se encuentran más arraigadas”.

El ejemplo de Menchú nos invita a no desanimarnos en nuestra búsqueda diaria de la paz. Mientras ella llevaba su lucha muchos catequistas, sacerdotes y obispos alzaban la voz para que terminaran las hostilidades, algunos de ellos derramaron su sangre en favor de la paz pues estaban convencidos que es el único camino hacia el progreso y la felicidad.

Dios nos acompañe en nuestro caminar.