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P. Marcos Garduño sx

Signos muy claros

El pasado 19 de mayo, el papa Francisco recibió a los nuevos embajadores ante la Santa Sede de Pakistán, Emiratos Árabes, Burundi y Qatar.

El Papa les dijo que: “La Santa Sede sigue trabajando a través de diversos canales para promover soluciones pacíficas en situaciones de conflicto y para aliviar el sufrimiento causado por otros problemas sociales. Lo hace con la convicción de que los problemas que afectan a toda la familia humana requieren una respuesta unificada de la comunidad internacional, en la que cada miembro desempeñe su papel”. Y que los embajadores, “tienen un papel privilegiado que desempeñar en este sentido”, como ellos bien lo saben añadió, “la guerra es siempre una derrota para la humanidad y es contraria al importante servicio que presentan al tratar de construir una cultura de encuentro a través del diálogo y al fomentar el entendimiento mutuo entre los pueblos, así como defender los nobles principios del derecho internacional”.

La recepción calurosa y amable del Papa Francisco a estos nuevos embajadores, unido a las palabras que les dirigió, nos deja ver cómo uno de los grandes servicios que presta la Iglesia a la comunidad internacional o la familia humana, como él la llama, a través de los trabajos de diplomacia como intermediaria de paz, la Iglesia sigue siendo respetada como una institución capaz de convocar y dialogar, para suavizar las fricciones que muchas veces surgen entre razas, pueblos, culturas y naciones.

Lo estamos viendo actualmente con la guerra de invasión en Ucrania, de parte de Rusia, en donde el Vaticano ha hecho todo lo posible, haciendo uso de sus conductos diplomáticos para que esto no llegue a consecuencias mayores. Aun si pareciera que se intenta dialogar con gente que no sabe o no quiere escuchar más que sus propios intereses personales e imponerlos a quienes aparentan ser más débiles.

El papa Francisco en cada oportunidad pide con humildad al pueblo de Dios que oren por él, porque él reconoce sus propias debilidades, las debilidades de la misma comunidad eclesial al interno, pero también para enfrentar las realidades externas que muchas veces han intentado debilitar social y moralmente la imagen de la Iglesia.

El Papa, con signos muy claros sigue mostrando su solidaridad a toda la humanidad, aun sabiendo que, en estos países en su mayoría poblada por personas de otra fe o a veces los cristianos al ser minoría son perseguidos o violentados injustamente, al visitar algunos de estos países, intenta activamente crear vínculos más fuertes de diálogo y tolerancia, en donde muchas veces aparentemente no hay mucho que hacer, él continúa ofreciendo alternativas de paz por diversos caminos.

Esta actitud del Santo Padre debería ayudarnos a nosotros a reflexionar sobre nuestra tarea de promover la paz, desde nuestra condición como cristianos bautizados, en los ambientes en los que nos movemos. Tal vez no haremos grandes cosas, pero como decía Teresa de Calcuta, haciendo lo ordinario con un extraordinario amor, hará que verdaderamente todo cambie y haya un ambiente en el que se cuestione, se reflexione con sinceridad, en el que cada uno se esmere por hacer lo que le corresponde en el campo de la búsqueda de paz en su vida cotidiana.

Que este mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, nos ayude a todos los cristianos a saber armonizar nuestros actos de piedad con el compromiso humano y que cada uno de nuestros actos muestre la misericordia que brota del Corazón lleno de amor de Cristo.