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P. Jorge Villagómez s.x.

Aprender a convivir

Después de algunos años de trabajar en el sur de Brasil, fui destinado a la parroquia Sant'Ana de Laranjeiras do Sul, perteneciente a la Diócesis de Guarapuava en el estado de Paraná. El municipio de Laranjeiras contaba con unos 35.000 habitantes dispersos en 43 comunidades. Mi llegada coincidió con la promoción del proyecto de las Santas Misiones Populares (SMP) en la diócesis.

Del creador de este proyecto, el padre Luis Mosconi, sacerdote italiano que desde los años noventa trabajaba con especial dedicación en esta actividad, aprendí que las misiones populares son un tiempo especial de evangelización intensiva y extensiva; que ellas podían hacer crecer, en cada bautizado, la grandeza y belleza del seguimiento de Jesús; crear una parroquia en red con sus comunidades y poder influir en la vida social de la región. La finalidad no era crear una nueva pastoral sino incluir el eje permanente y prioritario de la “Misión” en todas las pastorales, movimientos y grupos para vigorizarlos.

Actuar de esta manera tenía mucho sentido, sobre todo si recordamos las recomendaciones que Jesús hizo a sus discípulos después de la resurrección, "vayan por todo el mundo", "bauticen a toda creatura en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", "no estarán solos", "recibirán la fuerza del Espíritu", entre otras. En la misma línea, el papa Francisco no se ha quedado atrás con todas sus motivaciones: La alegría de anunciar el Evangelio, Iglesia en salida, la alegría del amor, el cuidado por la casa común. Pero, sobre todo, ese hacer del mundo una sola familia de nuestro querido fundador San Guido María Conforti y del carisma de nuestra Congregación era lo que daba sentido a este trabajo misionero en nuestra parroquia. A veces camuflado, como párroco, debía cumplir con los programas y expectativas del proyecto de la diócesis, ya que también formaba parte del equipo diocesano de las Misiones Populares.

Este proyecto de las Santas Misiones Populares he tratado de impulsarlo en las parroquias por donde he pasado: Sant'Ana en Laranjeiras do Sul, PR; Sagrado Corazón de Jesús en São Paulo, SP y San Guido María Conforti en Hortolandia, SP. Ambientes y situaciones bien diferentes con sus propias dificultades y desafíos.

Vale la pena recordar que Brasil está compuesto por indígenas, afrodescendientes, europeos y desde hace algunos años por asiáticos. Pareciera que Brasil recibe a todos con los brazos abiertos. Esta variedad de origen de las personas conlleva la convivencia con diferentes razas, culturas, idiomas, religiones y tradiciones. Esta diversidad es positiva en un mundo globalizado, sin olvidar los conflictos que surgen.

La situación geográfica también influye en el comportamiento. Los estados del norte y del noroeste son estados más pobres. En los estados del sur hay más recursos, se concentra la riqueza, la tecnología, la industria, la ganadería y la agricultura. Tal vez esta sea la razón de que haya tanta movilidad o migración al interno del país, trayendo como consecuencia que en nuestras parroquias haya siempre nuevas personas. Esta situación para mí nunca fue un obstáculo, para aprender de los muchos hermanos y hermanas que me he encontrado, su descubrir a Jesús, su enamorarse de Jesús y su seguimiento de Jesús como discípulos misioneros. ¡Es de lo que más he visto en las personas durante mucho tiempo!

Las Santas Misiones Populares comienzan identificando a los líderes de cada pastoral para que ayuden a conocer y a entender la historia de la comunidad. Se trata de detectar los problemas, riesgos y posibles soluciones, considerando la situación de las personas. En cada situación, no solo vemos una comunidad, sino tramos de encontrarnos con Jesús, el histórico y el actual con todas sus necesidades y desafíos.

A veces nos encontramos con realidades que asustan y desmotivan, pero en esos momentos recordamos las palabras de Jesús que prometió que no nos dejaría solos, y sin saber cómo, hay problemas que se resuelven. Sin duda es el Espíritu Santo que inspira personas bien motivadas, que aman a Jesús, que son capaces de comprometerse por la causa del Reino y darlo todo por sus hermanos necesitados hasta lograr cambios sociales.

Algunas veces podemos pensar que somos los protagonistas de la misión. Puedes llegar a creer que tú eres el que sabe y si te entregas hasta el cansancio todo va a salir bien. Pero ¡oh decepción!, las Misiones Populares me ayudaron a encontrarme con hermanos que aman a la Iglesia y se preocupan por tener una formación católica hecha con seriedad. He visto personas humildes que en su pobreza no pierden la fe ni la confianza en Dios; personas que luchan para dar una vida digna y segura a sus familias y comunidades; personas solidarias con los hermanos que viven en la calle, enfermos o desesperados. Baste decir que en plena pandemia recibimos más víveres, para distribuir a los necesitados, que en tiempo normal.  

Me he encontrado con personas de otras religiones que piden ayuda espiritual y hasta organizamos vigilias de oración o actividades en favor de alguna necesidad común social, todo en un ambiente ecuménico. ¡En Brasil hay que aprender a convivir con todo y con todos!

Gracias a las Misiones Populares desempolvamos la Religiosidad Popular y salimos a las calles para manifestar nuestra fe y nuestro compromiso social. Todo eso y tantas cosas más con el afán de hacer del mundo una sola familia. Sabiendo que si todos colaboramos será más fácil vivir en fraternidad y cuidaremos mejor nuestra casa común.