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Rafael Aguilar s.x.

Orando juntos

Amigos misioneros lectores, comienzo con ustedes una nueva aventura a través de nuestra revista mensual de los Misioneros Xaverianos. En este mes de abril quisiera retomar el deseo del Santo Padre de “orar juntos” por la paz, recordando que el pasado 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación, en la Basílica de San Pedro, el papa Francisco encomendó y consagró al Corazón Inmaculado de María, la Iglesia, la humanidad entera, y de manera especial a Rusia y Ucrania. El Papa también envió un representante personal al santuario de Fátima en Portugal, el cardenal Konrad Krajewski, para que hiciera justo allí esta consagración en su nombre.

El Santo Padre ha pedido la intercesión de la Virgen por la paz, como lo hizo San Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984, cuando consagró Rusia a su Inmaculado Corazón.

Este noble gesto tiene su inspiración en el maravilloso sí que dijo la Virgen cuando el ángel Gabriel le presentó el proyecto que Dios le proponía. A pesar de los temores e incertidumbres, el buen corazón de María fue capaz de confiar y aceptar el compromiso más importante para toda la humanidad: ser la madre del Salvador.

La Virgen nos enseña que las verdaderas batallas no se combaten con violencia sino con el testimonio de una vida plena fundada en Dios y en la construcción de su Reino, enfrentando con convicción y serenidad la incomprensión humana.

Solo un corazón fuerte, capaz de transformar el dolor en serenidad, la injusticia en perdón, el llanto en consolación, la pérdida en amor… puede comprender lo que están viviendo aquellos que se encuentran en la zona de conflicto o se han visto afectados por la tan lamentable situación de la guerra. Solo el corazón inmaculado del ser más noble puede transformar los corazones manchados por el odio, la ambición y el poder.

Aunque seamos de distintas religiones e incluso no profesemos ninguna, no podemos negar que el corazón de una madre es lo más puro y lo que más se asemeja al amor de Dios. No podemos negar que María donó un sí generoso y valiente para que la Vida triunfara, la Vida que nos trae luz y nos hace reconocernos hermanos: Jesús.

En ese mismo espíritu del gran sueño de Jesús “Que todos seamos uno” (cfr. Jn 17,21), ese mismo sueño que vivimos los Misioneros Xaverianos “hacer del mundo una sola familia” y que tiene su fuente en Cristo, los invito a seguir orando juntos por la paz en el mundo, no como un simple gesto de piedad o devoción, sino como una acción y un compromiso real para seguir creando el Reino de Dios.

Los invito a rezar el Avemaría para tocar el Corazón inmaculado de nuestra madre, para que ella nos ayude a resolver el repugnante conflicto entre las naciones, ella que pudo soportar tanto dolor inspire a quienes son los causantes de la guerra para que, de una vez por todas ¡paren esa abominación! Construyamos juntos el Reino de Dios, en nuestro diario caminar, en nuestro diario vivir, siendo instrumentos de paz, evitando el rencor, la envidia, la división y asemejándonos más a Dios, en la capacidad de amarnos y perdonarnos como hermanos.