Skip to main content
P. Guillermo Jiménez s.x.

Éxodo: el camino juntos

En 2015, conmemorando el 50° aniversario de la institución del sínodo de los obispos, el papa Francisco dijo: El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. En estos meses, la Iglesia busca la manera de cómo vivir la sinodalidad, y por ello queremos buscar en la Sagrada Escritura una luz que nos ilumine para poder alcanzarla.

Sinodalidad viene del griego σύνοδοϛ (sínodos), σύν con, juntos, όδοϛ camino. Algunos afirman que no viene de ódos, sino de οὐδόϛ umbral de la casa, lo cual sería cruzar el mismo umbral, permanecer juntos.

La travesía del pueblo de Israel por el desierto, es un buen ejemplo del Antiguo Testamento de caminar juntos. El pueblo escogido sale de Egipto, como nos lo narra el libro del Éxodo en el capítulo 12 (sobre todo los versículos 31-36), urgido por los egipcios para que abandone el país, dejándose guiar por Moisés quien, a su vez, es guiado por Dios. El pueblo que deja la esclavitud bajo la guía divina expresada por un intermediario que promete éxito, tanto que todos obedecen las indicaciones recibidas.

El autor del libro del Éxodo, nos refiere la manera cómo Dios conducía el caminar juntos de los miembros del pueblo, diciendo: Yahveh iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche (Ex 13,21-22).

Sería muy bello el caminar juntos, con el auxilio divino, teniendo la meta de una tierra prometida por Dios, mismo donde mana leche y miel, pero los problemas llegan de varias partes creando inseguridad, miedos, críticas, murmuraciones, infidelidades, divisiones…

Las dificultades pueden ser externas, como ocurrió al pueblo que caminaba unido, ya que el Faraón decidió perseguirlo. La primera reacción es la de invocar el auxilio divino, sobre todo cuando uno se siente incapaz de enfrentar las dificultades, y así hizo el pueblo de Israel: Al acercarse el Faraón, los israelitas alzaron sus ojos, y viendo que los egipcios marchaban tras ellos, temieron mucho los israelitas y clamaron a Yahveh (Ex 14,10).

Los problemas pueden ser también internos, algunos miembros del grupo comenzaron a murmurar contra la persona que guiaba en nombre de Dios y provocaban desaliento: ¿Acaso no había sepulturas en Egipto para que nos hayas traído a morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? No te dijimos claramente en Egipto: “¿Déjanos en paz, queremos servir a los egipcios? Porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto” (Ex 14,11-12).

La infidelidad a las normas divinas que ayudaban a caminar juntos, la tenemos en Ex 32, y la rebelión contra el representante de Dios ante el pueblo en Nm 12 y 16.