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P. Alberto Morales s.x.

Ver florecer la paz y la fe

La hermana María Romero Meneses, nació en Granada, Nicaragua, el 13 de enero de 1902. Su familia era acomodada, pero con mucha sensibilidad a los pobres.

Desde niña amaba la música y la pintura. A los doce años, en el colegio de las Hijas de María Auxiliadora, empezó a conocer la vida de san Juan Bosco y de inmediato se siente identificada con la figura de este gran apóstol de la juventud, en él encuentra la encarnación de sus ideales que vibraban en su espíritu.

En 1923 decide pertenecer a la congregación de las Hijas de María Auxiliadora, entregándose a su Rey, como solía llamar a Jesús; así empieza una incansable labor apostólica en Costa Rica, país al que es enviada como misionera en 1931.

Su devoción a la Virgen María contagia a muchas jóvenes, que a su vez se vuelven misioneras en sus familias y en los pueblos cercanos donde vivían, sobre todo, entre los niños semiabandonados y entre las familias pobres. Su sensibilidad evangélica y eclesial logra conquistar también a empresarios adinerados y renombrados que se vuelven colaboradores de sus iniciativas en favor de los necesitados.

Entre las cosas que más le preocupaban, era que los pobres tuvieran asistencia médica gratuita y lo logra gracias a la colaboración de muchos médicos que se unen a esta causa. Al mismo tiempo, con la ayuda de varios industriales, organiza para jóvenes y mujeres cursos de formación profesional que los ayuden a salir de la pobreza.

En poco tiempo, la madre María logra tener un ambulatorio con varias especialidades médicas, asegurando así que muchas familias de escasos recursos tengan acceso a la salud. Viendo sor María que frecuentemente había familias enteras que pasaban días esperando a que sus familiares salieran del hospital, esto la llevó a crear instalaciones adecuadas para hospedar a la gente y al mismo tiempo aprovechaba para darles una buena catequesis y alfabetizar a los niños.

El objetivo de sor María era recuperar personas amargadas, restituir dignidad a vidas envilecidas por el abandono, abriendo los corazones a la verdad, a la esperanza, a la fe. Pasaba horas escuchando a la gente, pero también encontraba tiempo para dialogar con Dios, por eso su más grande deseo era ver florecer la paz y la fe en las personas consideradas perdidas.

La hermana María fallece el 7 de julio de 1977. Su fama de santidad se expresa en el lamento por la pérdida de su presencia de quienes la conocieron en vida. El papa Juan Pablo II la beatificó el 14 de abril de 2002.

La vida apostólica de esta hermana, nos recuerda las necesidades de nuestros tiempos, hospitales llenos, familias esperando noticias de sus enfermos, la amargura pareciera llenar nuestras vidas, pero justamente ahí hay muchos médicos y enfermeras, personas de buena voluntad, misioneros y misioneras que están haciendo lo que les corresponde, y Dios en medio de ellos, para transformar las penas en alegrías, la muerte en resurrección.