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P. Alberto Morales s.x.

San Ezequiel Moreno

Nació un 9 de abril de 1848 en Alfaro, Rioja, España, en el seno de una familia humilde y católica. Sus padres fueron Félix Moreno y Josefa Díaz. Su vocación a la vida religiosa le vino desde muy pequeño. Fue así que el 21 de septiembre de 1884 ingresó al convento de los agustinos recoletos en Navarra. Después de su formación de base fue enviado a Manila, Filipinas, donde desempeñó varias labores misioneras y al año siguiente fue ordenado sacerdote y destinado a Mindoro para continuar su servicio misionero, pero al enfermarse de malaria regresó a Manila.

Unos años más tarde fue nombrado superior del convento de Monteagudo en España y ahí se dedicó a formar a nuevos religiosos misioneros de su orden.

En 1888 fue enviado a Colombia junto con un grupo de misioneros de su congregación. Su principal labor fue reactivar las misiones que ya se encontraban en aquel país. En 1893 fue nombrado obispo de Pinara y vicario apostólico de Casanare, unos años después fue designado obispo de Pasto. San Ezequiel tuvo que enfrentar numerosos obstáculos ya que había muchos anticatólicos en su diócesis, pero su generosidad como misionero hicieron que su labor fuera eficaz y capaz de defender la fe de la Iglesia católica.

En medio de su incansable labor misionera, en 1905 su salud empezó a decaer rápidamente, los médicos le diagnosticaron un cáncer, sus feligreses, así como sus compañeros misioneros, le suplicaron que se atendiera. Lograron convencerlo de que regresara a España para ser operado, desgraciadamente la operación no tuvo éxito. San Ezequiel, firme en su fe, se retiró al convento de Monteagudo donde murió el 19 de agosto de 1906.

Su fama de santidad era de sobra conocida entre los católicos de Colombia, por ello el papa Pablo VI lo beatificó en 1975 y el papa Juan Pablo II lo canonizó el 11 de octubre de 1992. San Ezequiel Moreno es considerado como intercesor ante Dios por todos los enfermos de cáncer y reconocido como uno de los más grandes apóstoles de la Evangelización de América Latina.

La vida misionera de san Ezequiel Moreno nos recuerda que la vocación es siempre un don de Dios. Enfermarse en misión es un testimonio de nuestra vida cristiana, es solidaridad con aquellos y aquellas a quienes somos enviados a evangelizar. El misionero o la misionera no están por encima de sus hermanos, Dios no les da privilegios sobre su salud, al contrario, es una forma de dar testimonio de fe y esperanza en el Dios de la vida.

Que por la intercesión de san Ezequiel Dios les conceda paz a todos los enfermos de cáncer y de otras enfermedades que aquejan a nuestra humanidad, que les dé paciencia a los familiares, sabiduría a los médicos y enfermeras y entusiasmo a todos los misioneros y misioneras del mundo entero.