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P. Alberto Morales s.x.

San Roque González de Santa Cruz

Nació en Asunción, Paraguay, en el año de 1576. Desde muy joven aprendió a hablar la lengua guaraní y le gustaba trabajar el campo. Estas dos cualidades le sirvieron mucho en su labor de evangelizador. Tenía solamente veintitrés años cuando fue ordenado sacerdote, siendo de los primeros sacerdotes diocesanos que se ordenaron en la región de Río de la Plata.

Desde los inicios de su apostolado se centró en el cuidado de los indígenas guaraníes con quienes se entendía muy bien pues hablaba su lengua, y a quienes amaba entrañablemente. Unos años después de su ordenación, su obispo lo nombró párroco de la catedral de la ciudad de Asunción, además, por sus cualidades y empeño en el trabajo pastoral, también ocupó el cargo de vicario general de todo el obispado.

A pesar de este progreso y reconocimiento, el padre Roque se sentía un poco alejado de su labor con los indígenas. Fue así que un 9 de mayo de 1609 abandonó sus cargos y privilegios e ingresó al noviciado de los padres jesuitas. Esta decisión le trajo algunos desacuerdos, especialmente con sus familiares, pues pertenecía a una familia de clase acomodada, pero esto no cambió la decisión del padre Roque.

Siendo jesuita, fue enviado a trabajar con los indígenas. Además de la catequesis, el padre les enseñaba a leer, a escribir y a aprender trabajos manuales. Él y sus compañeros llevaban la paz de Cristo a esos territorios respetando las tradiciones culturales de los nativos, eran promotores de una mejor vida social y económica para la gente. Su anhelo de llevar el Evangelio a mucha gente, lo llevó a fundar más de diez misiones en territorios indígenas.

A pesar de todo el bien que hacían el padre Roque y sus compañeros, su labor no era bien vista por los hechiceros, que se sentían amenazados. Uno de ellos llamado Nezú organizó una revuelta en contra de los misioneros.

Era el mes de noviembre de 1628 cuando el padre Roque y el padre Alfonso Rodríguez se encontraban en la misión de Caaró, ahí llegó Nezú y algunos de sus seguidores y asesinaron a los misioneros prendiéndoles fuego. Se dice que, milagrosamente, el corazón del padre Roque quedó intacto, causando el asombro de sus verdugos.

El padre Roque fue canonizado por el papa Juan Pablo II el 16 de mayo de 1988, convirtiéndose en el primer santo de Paraguay. El ejemplo de su vida nos impulsa a amar a nuestros hermanos indígenas olvidados por gobiernos y sociedades que solo a cuentagotas les han reconocido sus derechos, pero Dios, en la persona de muchos misioneros como el padre Roque, les devuelve siempre su dignidad.

Que por su intercesión el Señor siga suscitando más misioneros que lleven el Evangelio a toda creatura, para que todos conozcan y amen a nuestro Señor Jesucristo y lo alaben en todas las lenguas del mundo.