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P. Carlos Abraham Zamora s.x.

La tradición de compartir

Esa mañana entré al mercado de la colonia para surtir la despensa de la semana de la comunidad, revisada la temperatura, enjuagadas las manos con desinfectante y con la mitad de la cara cubierta por las medidas sanitarias, me encontré ahí, de pie, frente a un hechizante paisaje que inundó todos mis sentidos. Olores y colores algunos conocidos y otros nuevos me acompañaron a lo largo de los pasillos, frutas y verduras frescas, un sinfín de hierbas: albahaca, anís, cilantro, cominos, epazote, hierbabuena, manzanilla, mejorana, menta, orégano, perejil, romero y docenas o cientos de fragancias más. Pensé, que de no ser por las medidas sanitarias me quedaría todo el día observando y descubriendo tantas delicias.

Una herencia prehispánica

Muchos de esos alimentos son originarios de otros países, cualquier mercado popular lleva una influencia de otros pueblos, e igualmente se ha expandido por el mundo, el legado de tradiciones y la riqueza natural, gastronómica y cultural de esta región del valle de Anáhuac. Desde la época prehispánica se podían adquirir en los diversos mercados de la antigua Tenochtitlán productos de otras regiones como pescado fresco del Golfo, frutas tropicales y semillas de la zona centro. Para mi sorpresa, incluso he descubierto que actualmente existe una producción agrícola local, en zonas como Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco donde permanece vivo el método tradicional de cultivo de las chinampas.

En una urbe cosmopolita

Mi paso por el mercado y los alimentos compartidos en mis primeras semanas en la Ciudad de México, me han mostrado cómo la gastronomía de esta urbe es un conjunto de diversos alimentos, preparaciones y técnicas culinarias muy singular. Su enorme población, parte de ella oriunda, otra gran parte proveniente de otros lugares del país y también del extranjero, hoy en día permite encontrar una enorme variedad de alimentos, desde la más sofisticada y alta cocina, hasta la más económica comida corrida y no podía faltar la comida rápida. Una sociedad que se mantiene fiel a los platillos mexicanos, aun con quien se acerca a restaurantes de cocina internacional. Por donde se camine se podrá encontrar mercados y puestos callejeros, taquerías y bares.

La tradición de compartir

Me alegra el saber que la gastronomía de México es considerada patrimonio de la humanidad, pero en mi mente toma forma otra faceta del carácter del mexicano frente a la mesa, aquel que aunque de broma expresa, soy como Juan Orozco, cuando como no conozco, existe también esa realidad de muchas familias y comunidades que con genuina generosidad expresan frases como: Ven aunque sea por un taquito. Acércate, recuerda que donde comen dos, comen muchos. Tú, pásale, le echamos más agua a los frijoles. Las fiestas de las comunidades mexicanas son una expresión de abrir las puertas más allá de nuestras familias, todo lo que se celebra se hace acercando todos un poco de lo que se tiene, en una expresión de reconocerse miembros de un pueblo que cuando hace fiesta, o cuando vive el duelo, lo hace compartiendo la mesa.

El pan compartido de cada día

Como miembro de una familia misionera, llego al final del día pidiendo a Dios siga dando a nuestra gente la tortilla, el pan, el alimento de cada día, que nos ayude a preservar y saber gustar los alimentos tradicionales de nuestros pueblos para conservar la hermosa tradición de compartirlos.