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P. David Peguero s.x.

Un padre amado

Demos un paso adelante, estimados amigos lectores y lectoras, en nuestra reflexión sobre la vida y la misión de san José, deteniéndonos en las diversas características de su personalidad que el papa Francisco enumera en su reciente Carta Apostólica Patris Corde del 8 de diciembre de 2020. A lo largo de este año iremos presentando uno a uno los rasgos más sobresalientes de aquel que fue el padre de Jesús, con la finalidad de conocerlo un poco más y de aprender de él a vivir nuestra fe.

El primer rasgo distintivo de la figura de José que menciona el papa Francisco es que él es un padre amado. ¿Por quién? Nos preguntamos. En primer lugar, por Dios, respondemos. ¿Y de qué forma amó Dios a san José? Llamándolo a participar en su obra de salvación como esposo de la Virgen María y como padre de Jesús, el Verbo hecho carne. En nuestra experiencia humana sabemos que el amor y la confianza son dos elementos fundamentales en nuestras relaciones interpersonales; ambos se necesitan y se alimentan mutuamente. Y sabemos, además, que en una relación donde hay amor y confianza las personas crecen y maduran. Si esto es verdad en el plano humano, lo es aún más en el plano de la fe y de nuestra relación con Dios.

San José fue amado por Dios de una forma única y él le correspondió con un amor y confianza incondicional. Por eso aceptó, sin entenderlo en un primer momento, ser esposo de María y ser el padre de Jesús, el hijo que ella esperaba. Esta manera de actuar de san José, como probablemente pudo haber sido, es para nosotros un ejemplo que puede inspirarnos en nuestra relación con Dios y una inspiración para vivir nuestra vida apoyados en la certeza de sabernos amados y amadas por Dios, y que, a pesar de nuestras debilidades y rechazos, Dios Padre no cesa de llamarnos a participar con Él en la edificación de su Reino entre nosotros.

Además de ser amado de una forma singular por Dios, José es amado también por la multitud de creyentes en Jesús que a lo largo de los siglos le han rendido veneración. Y este amor, podemos decirlo así, san José se lo ganó a pulso, no solo porque es un gran intercesor en nuestras necesidades, sino también y, sobre todo, por haber hecho de su vida un servicio, un don total de sí mismo, y haber puesto todo su ser y amor al servicio de Jesús, el Mesías esperado. Que en este año dedicado a San José podamos redescubrir el amor y la confianza que Dios Padre nos tiene y de saberle corresponder con amor y confianza, siguiendo el ejemplo de José, poniendo nuestra vida al servicio de los demás.