Skip to main content
P. Dominggus Arianto

La experiencia que me impactó

Mi vocación nació del llamado de Dios. Cuando tenía once años, me acuerdo que estaba en quinto de primaria y me gustaba asistir a la Misa dominical que un sacerdote diocesano celebraba frecuentemente en la capilla de mi pueblo. El nombre del sacerdote era Romo Gradus.

El padre Gradus era muy amable y amigo de los niños, nos invitaba a sentarnos cerca del altar durante la Misa. Esta pequeña experiencia me impactó y ayudó a que naciera en mí el deseo de ser sacerdote como él. Me preguntaba a mí mismo: ¿cómo puedo ser sacerdote? Sin embargo, con el paso del tiempo ese deseo desapareció. Dejé de pensar y traté de borrar esa pregunta en mi mente y no quería saber nada de eso porque sentía que no era capaz de entrar y vivir en un seminario.

Además, creía que tampoco mis papás me iban a dejar ir al seminario, ni mucho menos en la vida religiosa. Por tanto, cambió mi deseo. Quería ser un buen policía para servir bien a la sociedad y la nación como un ciudadano en mi país. Durante el tiempo que estuve en la secundaria dejé totalmente ese deseo, ni siquiera lo pensaba. Seguía la vida normal de un adolescente.

Yo conocí a los Misioneros Xaverianos cuando tenía diecinueve años de edad. Vivía en un albergue juvenil de la diócesis de Atambua. Un día nos visitó el padre Ciroi Rodolfo que era el animador y promotor vocacional xaveriano de Indonesia. Lo que me llamó la atención de los xaverianos fue su carisma de anunciar el Evangelio a aquellas personas que todavía no conocen a Dios. Otra cosa que llamó mi atención fue su espíritu de fraternidad, la unidad, la disponibilidad e ir de misión a otros países del mundo. De ahí, nació la semilla de mi vocación xaveriana.

Como cumplía con todos los requisitos, fui aceptado por los xaverianos. Sin embargo, la dificultad la tuve con mis papás que no me dejaban entrar al seminario, pues preferían que yo fuera a la universidad. Me fue muy difícil decidir, pero al final opté por entrar con los xaverianos, porque mi corazón quería algo más.

Finalmente, después de un buen tiempo durante el proceso de la formación xaveriana, mis papás aceptaron mi opción y apoyaron mi decisión para que con libertad pudiera dar el definitivo al llamado de nuestro Señor Jesucristo.

Es verdad que Dios siempre llama a los que Él quiere para trabajar en el campo de su viña y anunciar el Evangelio en todos los rincones de la tierra. Actualmente, soy sacerdote xaveriano, animador y promotor vocacional de la comunidad de Torreón, Coahuila.