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A. Morales Reyes

Fiesta de Todos los Santos

Los santos son modelos de vida cristiana que la Iglesia nos invita a imitar. Ellos nos enseñan a vivir el Evangelio con autenticidad para no caer en desviaciones culturales o hacer que las enseñanzas de Cristo se acomoden a nuestros intereses personales. Un verdadero santo es aquel que ama la Eucaristía, que tiene un profundo respeto y veneración hacia la Virgen María, además, es alguien que ha aprendido a amar a los pobres. La vida de los santos nos ayuda a comprender toda la capacidad del corazón humano para amar a Dios. Por ello, al venerarlos lo que hacemos es dar gloria a Dios, el Santo por excelencia.

Nadie puede saber la cantidad de santos que hay en el cielo por eso la Iglesia dedica el 1 de noviembre a Todos los Santos. Los santos que conocemos han sido reconocidos como tales por su santidad en grado heroico, pero sin duda hay muchos santos que vivieron su fe con humildad y hasta las últimas consecuencias, ellos son los que forman parte de esta festividad. Ellos son nuestros hermanos, nuestros amigos, que interceden por nosotros para que un día también nosotros podamos vivir con Dios y con ellos en la Eternidad.

Esta festividad nos recuerda que la muerte no destruye los lazos que nos unen a Cristo, los santos pueden interceder por nosotros pues ellos gozan de los bienes espirituales de Cristo, sin que esto reemplace nuestra oración directa con Dios quien puede escuchar nuestras plegarias sin la intervención de los santos.

Los santos son como un espejo en el cual todos estamos invitados a mirarnos para vernos y ser como ellos. Nadie está exento de buscar la santidad, todos debemos hacer un esfuerzo para ser coherentes con nuestra fe, nuestra fidelidad a Dios nos obtendrá una recompensa en el cielo como nos dice Jesús en Mt 5,12. Y si nuestros nombres no aparecerán en el calendario, no perdamos la esperanza pues podremos formar parte de esa muchedumbre que describe san Juan en el Apocalipsis: “Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas… iban vestidos con una túnica blanca…” (Ap 7,9).

Que las adversidades no nos desanimen y que por la intercesión de Todos los Santos podamos servir a Dios y a su pueblo en la cotidianidad de nuestra vida.

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