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P. Rubén Macías s.x.

La mano de Dios

La Iglesia católica en Burundi está viviendo un momento de gran fertilidad vocacional; los seminarios diocesanos están al completo, las casas de formación de las congregaciones religiosas, tanto femeninas como masculinas, de igual manera reciben un sinnúmero de jóvenes deseosos de consagrarse al Señor. Cada año, incluso nacen nuevas congregaciones locales, y otras internacionales llegan al país para fundar nuevas comunidades. Nuestra congregación, los Misioneros Xaverianos, se está también beneficiando de este momento del Espíritu. Nuestra casa de formación en Bujumbura, cuenta con veintiún estudiantes de filosofía y ocho en el postulantado. Los aspirantes que son acompañados superan un centenar. Mirando lo que pasa en Burundi, nos podemos unir a la afirmación del papa Francisco que reconoce: África es el continente de la esperanza en la Iglesia (Kampala, 28 de noviembre de 2015).

Yo tengo la dicha de ser testigo de la llamada de tantos jóvenes generosos que quieren consagrarse al Señor; en esta ocasión quiero compartirles el trabajo de acompañamiento vocacional que hacemos en Burundi, las dificultades que encontramos y sobre todo la acción del Espíritu que llama y fortifica las vocaciones misioneras en Burundi.

Desde el año 2011, la congregación me ha encomendado la misión de la animación vocacional en este país, que consiste en la animación vocacional y en el acompañamiento y discernimiento de los aspirantes.

Antes de explicar nuestro trabajo, permítanme contarles algunas características de la Iglesia y de la sociedad burundesa que condicionan de manera positiva el trabajo de la animación vocacional.

La sociedad burundesa está constituida en su mayoría por jóvenes, el 45.61% de la población tiene entre cero y catorce años; el 22% de la población tiene entre diez y diecinueve años. Desde el inicio de la evangelización, la Iglesia católica se comprometió en la educación del pueblo burundés fundando escuelas en todo el país. En el nivel superior (secundaria y preparatoria) instauró escuelas a régimen de internado; es decir los alumnos viven en las escuelas y son acompañados por sacerdotes y religiosos.

El estado también ha abierto escuelas de este tipo en las cuales, aun si son acompañadas por laicos, la Iglesia católica tiene el permiso de seguir la formación de los alumnos cristianos. Además de la formación cristiana en las escuelas, la Iglesia ha incentivado los movimientos de acción católica en esas escuelas así como en las parroquias, con ello se ha creado toda una red de evangelización de la infancia y de los jóvenes. Tanto en las escuelas como en las parroquias hay todo un dinamismo y una formación cristiana, ello conlleva a crear un terreno fértil para la semilla de las vocaciones. Existen grupos vocacionales en casi todas las escuelas y parroquias.

Apoyándome en esa premisa, les explico el trabajo que realizamos. En cuanto a la animación vocacional, visitamos los grupos vocacionales en las escuelas a régimen de internado y en las parroquias; organizamos jornadas vocacionales y los invitamos a comprometerse en la búsqueda vocacional. Producimos material de formación y lo enviamos a los grupos para que lo sigan en las reuniones ordinarias. Todo ello provoca la respuesta vocacional en algunos de los jóvenes. Ahí comienza el segundo momento.

Cuando un joven expresa que tiene una inquietud vocacional, comenzamos con él todo un proceso de acompañamiento y discernimiento de manera personal. El joven escribe una carta pidiendo ese acompañamiento. Después de ello, lo visito en su escuela o en su parroquia y comienza el trabajo de reflexión y meditación a través de una serie de fichas de discernimiento a completar; en el diálogo personal profundizamos la reflexión hecha y finalmente, el joven que muestra signos de vocación es invitado a las sesiones vocacionales, especie de preseminarios, donde tomará una decisión vocacional. Todo este proceso dura un mínimo de dos años. Al final de la sesión, presento a la comunidad de formación todo el proceso del muchacho que optó por nuestra congregación y, después de un serio discernimiento y selección, los que son considerados aptos para nuestra vocación son aceptados para iniciar la formación.

En kirundi hay un proverbio que dice: Ibigora bigora abagabo; para explicar que en toda acción humana el hombre siempre encontrará dificultades. También en el discernimiento vocacional. Hablando de ello podría citar dificultades de tipo material y logístico. Los muchachos viven lejos de los seminarios o casa de formación; el acompañamiento vocacional se vive en condiciones difíciles, el muchacho tiene que hacer esfuerzos enormes por poder seguir un buen discernimiento. La Iglesia destina poco personal a esta actividad. Otra dificultad es la situación de la familia, que muchas veces se convierte en obstáculo para una vocación. La familia apoya al joven en su formación con la esperanza que, al recibir su certificado, pueda contribuir a las necesidades de la familia. En cuanto a las muchachas la situación es aún más difícil, pues la familia espera recibir la dote al salir de casa.

Por ello, en muchas familias, la opción vocacional de un joven es considerada como una pérdida para la familia. Otro gran problema es la claridad de las motivaciones y la opción por motivos de fe. La juventud burundesa está viviendo un grande momento de frustración; para ellos no hay futuro; el país vive en la miseria, no hay trabajo; tener un certificado o diploma no te garantiza nada. La situación política actual es aún más frustrante: corrupción, nepotismo, falta de libertad de opinión y dictadura de pensamiento. Ante ello, el joven tiene que hacer un discernimiento en el cual, las motivaciones de tipo material o de supervivencia que puedan presentarse con gran fuerza, no vicien una verdadera opción de fe. Muchas nubes negras pueden invadir y molestar el proceso de discernimiento. Esto requiere, tanto del joven como del acompañador vocacional, un serio trabajo de profundización y de búsqueda de verdaderas motivaciones, basadas en la fe y en la experiencia religiosa.

Concluyendo: reconocer las dificultades que los jóvenes experimentan y la superación de ellas, nos lleva a afirmar aun con más fuerza la acción del Espíritu que llama a la misión. Estamos viviendo en Burundi un momento de gracia, de fecundidad vocacional. Ciertamente hay muchos jóvenes que buscan entrar a un seminario o a una congregación por motivos materiales o secundarios, pero hay otros que lo hacen por verdaderas motivaciones en las cuales se ve la mano de Dios que los guía y los ayuda a superar las dificultades. A ellos el Señor está diciendo: Vayan también ustedes a mi viña… Que Dios siga guiando a estos jóvenes y a la Iglesia de Burundi en su labor de acompañamiento vocacional, para que esta tierra fértil siga dando vocaciones santas y abundantes a la misión.