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P. Pablo Emmanuel Torres

Un poco de harina y un poco de aceite

Porque así dice el Señor, la harina de la tinaja no escaseará ni el aceite de la vasija disminuirá (1Re 17,14). A raíz de la crisis económica que azota Venezuela y que ha llevado a la escasez de los artículos necesarios para la vida ordinaria, ha tocado incluso la vida litúrgica de la Iglesia. La crisis es tan grande que inclusive la harina con que se hacen las hostias se ha agotado, y algunos feligreses han tenido que realizar la comunión espiritual.

La situación es tan dura y difícil, que los párrocos han pedido a los feligreses que quien pueda lleve un poco de harina a las hermanas que hacen las hostias para tener el pan de la Eucaristía. Esta situación ha suscitado en el pueblo una conciencia de compartir no solo lo poco que se tiene, sino también compartir la Eucaristía literalmente, ya que se han visto en la necesidad en algunas ocasiones de fraccionar las hostias disponibles para que más personas puedan comulgar el cuerpo de Jesús.

A pesar de lo duro de la situación, muy a menudo se ve la generosidad de la gente que comparte lo poco que tiene. No por eso no se puede negar la gravedad de la situación de precariedad que viven muchos venezolanos, como comentó un párroco de una de las iglesias principales del estado de Mérida que se quedó sin harina y sin hostias: No hemos llegado al límite de que no exista, pero sí hay una situación de escasez, algo preocupante, si el pan de la Eucaristía escasea, ¿qué se puede esperar de otros bienes básicos para la vida de las personas de Venezuela?

No cabe duda que es en los momentos de crisis cuando sale lo mejor de las personas, realmente la esperanza sigue siendo la fortaleza del pueblo latinoamericano, sin embargo no podemos sin más contemplar las dificultades sino hay que hacerles frente. Lo básico como la harina para las hostias es como si faltara la tortilla en la mesa del mexicano, por eso la hostia partida en la Misa nos recuerda el compartir y compartirse.

Este tiempo de Pascua es una oportunidad para agradecer la providencia de Dios en nuestras vidas que nos proporciona casa, comida y sustento. Hay algunos que reclaman a Dios por esta o aquella dificultad por la que están pasando, creyendo vivir la peor desgracia del mundo, pero cuando uno ve las situaciones que viven las personas en otros países, nos damos cuenta que tenemos mucho que agradecer a Dios porque no nos ha faltado lo necesario para seguir viviendo, ni la harina de la tinaja no ha escaseado ni el aceite de la vasija disminuido. Ojalá que esta generosidad que Dios tiene con nosotros, la sepamos agradecer compartiendo lo que tenemos con los más necesitados.