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P. José Luis Castillo sx

La Santidad: “Un Llamado Divino para Todos los Cristianos”

Todos los meses de noviembre, la Iglesia católica celebra una festividad especial: la solemnidad de Todos los Santos y Santas de Dios. Somos invitados a reflexionar sobre nuestra vocación a la santidad, un llamado divino que todos los cristianos reciben de parte de Dios. Pero, ¿qué significa realmente la santidad y cómo podemos vivirla en nuestras vidas cotidianas? La santidad se define como la vocación a la que todo cristiano está invitado. Como creyentes, estamos llamados a ser santos "como nuestro Padre celestial es Santo" (Mateo 5:48). Esforzándose para alcanzar la santidad, alcanzando la plenitud en la vida.

Siguiendo los pasos de los santos" la santidad, no es un camino reservado exclusivamente para los santos reconocidos canónicamente, sino una invitación divina para que cada uno de nosotros aspire a vivir de acuerdo con los principios cristianos del amor, la compasión y el servicio. Destacando cómo esta vocación especial puede transformar nuestras vidas y enriquecer nuestra relación con Dios. Los santos de nuestra Iglesia sirven como modelos de santidad. A través de sus vidas, nos muestran que la santidad es un camino accesible para todos. Así como San Francisco de Asís, San Francisco Xavier, Santa Teresa de Ávila, Santa Teresita del niño Jesús, San Guido María Conforti, San Juan Pablo II y muchos otros santos han vivido vidas extraordinarias de amor, sacrificio y servicio, demostrando que la santidad puede ser alcanzada en diversas circunstancias y vocaciones.

 Ahora nos toca a nosotros, porque la santidad no se limita a la vida religiosa o al clero, sino que está presente en la vida de todos los fieles bautizados, la encontramos en la vida diaria, con sus desafíos y responsabilidades, es el escenario donde se juega la verdadera santidad. A través del amor a la familia, el trabajo honesto, el perdón y la caridad hacia los demás, donde todos nosotros podemos responder a su llamado a la santidad y ser testigos vivos del Evangelio en el mundo.

 No olvidemos que la vocación a la santidad es para todos, y es un llamado al abandono total y confiado en las manos de Dios. Ésa es la mejor respuesta de nuestras vidas, vivir solamente confiados en Dios. Recordemos el mandato misionero, donde Jesús nos dice que Él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Por lo tanto el anuncio del Evangelio hasta el último confín es connatural a nuestro ser cristianos. Ciertamente, el modo como se realiza la misión cambia según los tiempos y los lugares, conviene recordar que la Iglesia de Cristo crece por atracción que radica en aquel don sublime que conquistó Pablo: “y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí.” (Gálatas 2, 20). Ya no deberíamos vivir nosotros, sino que Cristo debería vivir en nosotros.  “Sea por todos, conocido y amado, Nuestro Señor Jesucristo”.