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P. Jesús Tinajera s.x.

Dar la vida: por Cristo y su Evangelio

Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida por mí y por el Evangelio, la salvará (Mc 8,35).

En el mes de noviembre hacemos conmemoración de todos los santos y de todos los fieles difuntos. Y nuestra mente se llena de recuerdos alegres y tristes que van acompañados por el don de la fe, llenándonos de emociones. Un sentimiento de esperanza nos envuelve, sabiendo que nuestros difuntos por su unión con Cristo, y por su vida de caridad en este mundo, salvarán sus vidas. Aunque es cierto también que la certeza de la condenación, oscurece nuestro sentimiento de esperanza. Pero nuevamente la fe en la misericordia de Dios, nos devuelve la confianza en alcanzar la vida eterna.

El que quiera salvar su vida, la perderá

 El verdadero cristiano no vive en la angustia de alcanzar la santidad o de hacer el bien para poder así, salvar su vida. Pretender salvar la propia vida con obras de caridad no deja de ser sino puro egoísmo. Sabemos que el egoísmo no nos permite ver otra cosa sino nuestro propio interés. El seguimiento verdadero a Cristo implica, como Él nos lo dice: Renunciar a sí mismo y cargar la propia cruz… (cfr. Mc 8,34). La renuncia a sí mismo es el camino a la verdadera vida. Entregar a Jesucristo todo nuestro ser: inteligencia, memoria y voluntad; es dejar que Él disponga de nuestra persona para la construcción de su Reino. Los verdaderos santos comprendieron que la renuncia a sí mismo es dejar que Cristo obre por nuestra propia persona en favor de la vida de los demás, vida presente y futura; vida terrena y celestial.

El que sacrifique su vida por mí, y por el Evangelio, la salvará

 Las palabras de Cristo, recordemos con el apóstol Pedro, tienen vida eterna: Solo Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6,68). La vocación a la vida con Cristo, tiene algo de misterio, difícil de comprender humanamente. ¿Quién puede renunciar a su propio camino si no comprende que Cristo es el Camino? ¿Quién puede dar su propia vida, si no comprende que Cristo es la Vida? ¿Quién puede abandonar sus raciocinios si no comprende que la Verdad está en Cristo? La vocación a la vida con Cristo es exigente: El que no renuncia a sí mismo, no puede ser mi discípulo (Lc 14,33). Esta renuncia a sí mismo significa: sacrificar la propia vida. Olvidarse completamente de sí. Pero esto, no es posible si no existe una razón que nos lleve a ello: Cristo. El novio o la novia, optan por el matrimonio sabiendo que su vida la donarán a su cónyuge; y esto los llena de felicidad, si Cristo está al centro de sus vidas. La renuncia a sí mismo es verdadera. Lo mismo pasa en el que recibe la vocación a la vida religiosa, sacerdotal o misionera, si Cristo es el centro de su vida, dará todo por Él y por el Evangelio.

Reflexión personal

¿Me considero egoísta? ¿Qué tanto busco el bien por los demás? ¿Cristo es el motor en mi vida o sigue siendo la búsqueda de mi propio interés? ¿En qué manera doy mi vida por Cristo y su Evangelio?