Vivir la experiencia del campo misión como laicos misioneros Xaverianos ha significado la oportunidad de revivir el espíritu misionero que ha crecido y madurado en medio de nuestras vivencias familiares, pastorales, labores, sociales y culturales.

         Es sentir el alma misionera que vibra con fuerza en lo profundo del ser y, por lo tanto, tener la capacidad de superar condiciones incómodas de salud física, del clima, de la alimentación, etc.

         Es escuchar con atención, una vez más, el mandato y la promesa de Jesús: “Vayan por todo el mundo y anuncien el evangelio… Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

         Durante el campo misión participamos en la Pascual Infantil de Adolescentes y Jóvenes, sobre todo en cuestiones prácticas como acomodar mobiliario, colocar los letreros de cada comunidad, etc., además nos integramos a una dinámica de reflexión que fue escenificada. Fue la oportunidad para relacionarnos y convivir con jóvenes de Juventud Xaveriana, con los sacerdotes y seminarista organizadores del campo misión, así como con las catequistas de las comunidades.

         Acompañamos con mucho gusto y entusiasmo cuatro comunidades en las celebraciones de los oficios de los días santos y en expresiones de religiosidad popular propias de cada comunidad, así como la fiesta de la Vigilia Pascual. También compartimos temas de reflexión sobre el significado de los signos y símbolos implementados durante este tiempo litúrgico en la Iglesia, tanto con los niños como con el grupo de adultos y jóvenes. Convivimos con las familias que amablemente nos hospedaron y nos ofrecieron los alimentos de cada día. En todo esto fue posible percibir la entusiasta participación de las personas, ávidas de la palabra de Dios, de la oración comunitaria, de fortalecer su fe cristiana católica.

         De alguna manera, nuestra presencia como laicos misioneros llamó la atención a algunos jóvenes, adultos y esposos que ya se encuentran comprometidos en la pastoral de la parroquia, para visualizar otra forma de vivir el espíritu misionero que llama a compartir su experiencia de fe hacia otras comunidades, parroquias, etc.

         Queda la sensación de ser muy corto el tiempo del campo misión y muchas ganas de haber realizado más actividades. Nos despedimos de las comunidades muy agradecidos por las experiencias de fe compartidas y con la esperanza de volver, pero sobre todo, con la tarea de animar a más laicos misioneros a que vivan la experiencia de fe que el campo misión puede ofrecer, porque “la mies es mucha y los obreros son pocos” (Lc. 10, 2).