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Cecilia Blanco

Hacer del mundo una sola familia

Era el año de 2017 cuando el padre Juan me invitó a participar en una asamblea electiva de Laicos que se iba a llevar a cabo en el Seminario de Filosofía con la participación de las comunidades que venían de diferentes partes de la república donde los Xaverianos tienen presencia. Ese año si mal no recuerdo los participantes venían de Salamanca, Arandas, San Juan del Río, Mazatlán, Torreón, Casa Regional, Ciudad de México y Guadalajara.

Asistí a la asamblea sin saber de lo que se trataba, con el fin de conocer gente, aprender cosas nuevas y ver de qué forma podía ayudar. Al término de ésta, salí electa tesorera del Consejo del Laicado Xaveriano en México. El Consejo quedó constituido por: Paty y Juanita de San Juan del Río, Ivonne de Torreón, Julissa de Mazatlán y su servidora.

Junto con ellas y con el padre Carlos Abraham como referente Xaveriano, empezamos a construir las bases del LXM. Debo reconocer que ninguna de las

5 teníamos idea de la magnitud e importancia de nuestro trabajo, lo que si se, es  que  de  esa  asamblea  salimos  con  muchas  ganas  de lograr  dejar bien estructuradas las bases de este movimiento que seguía tomando rumbo fijo. Gracias a eso, he disfrutado la oportunidad de convivir y conocer a muchos Laicos y Padres Xaverianos de diferentes comunidades.

A finales del 2018 y como parte de nuestras actividades como Consejo del Laicado, nos invitaron los padres Xaverianos a tener un espacio dentro de la asamblea que realizan todos los años en el mes de Diciembre justo después de Navidad. Participamos Paty y yo con la exposición de nuestro primer año de trabajo. Las dos íbamos con los nervios a tope, ya que no sabíamos a lo que nos íbamos a enfrentar. Entre broma y cierto les pedíamos a los padres que no nos fueran a hacer preguntas. Al término de nuestra presentación, se dio tiempo para responder algunas dudas y el primero en lanzar la pregunta fue el padre Franco:

“La pregunta va para Cecilia” recuerdo que dijo. “Dígame por favor como se siente ahora”. (Él sabía perfectamente mi estado de nervios, pues a él le había pedido que no fuera a hacer ninguna pregunta). Recuerdo que le dije: “Padre,

¿en qué quedamos?” Sin dudarlo y espontáneamente le contesté: “Me siento en familia”.

Hubo varias inquietudes por parte de algunos de los presentes, a las cuales respondimos atinadamente (creo) y al finalizar, me buscó en padre Rosti y me dijo: “Acompáñame, tengo algo para ti”. De su librero tomó la biografía de San Guido, del P. Manfredi. “Esto te pertenece” me dijo. Tenía en mis manos un gran regalo, pues esa biografía me ha permitido conocer la historia de un hombre piadoso, que luchó hasta lograr fundar el Instituto Xaveriano.

Ya en mi casa y con el libro en las manos asocié una frase que tiempo atrás me dijera el padre Ángel después de que murió mi papá: “Comadre, usted no está sola, nosotros somos su familia”.