Esta Semana Santa, jóvenes de Salamanca Guanajuato y de algunos municipios de Jalisco (Arandas, San Miguel el Alto, Santa María del Valle, Jesús María y Guadalajara) tuvieron la oportunidad de vivir una experiencia misionera en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción en Jungapeo Michoacán. El grupo estuvo conformado por 19 muchachos de Juventud Xaveriana, apoyados por una pareja de esposos del grupo de Laicos Xaverianos y por Carlos Abraham Zamora, José Luis Castillo y Rafael Aguilar, Misioneros Xaverianos.

La misión consistió en la realización de la Pascua parroquial para niños, adolescentes y jóvenes, además de las actividades propias en cada comunidad donde fueron enviados. Los equipos fueron integrados por dos o tres misioneros, quienes prepararon los oficios litúrgicos y los actos de piedad propios del Triduo Pascual. Aquí compartimos algunas de las experiencias de estos valientes servidores del Evangelio:

“El poder asistir a misión fue para mí una experiencia de lo más única y enriquecedora, después de haber vivido muchos encuentros/pascuas con diferentes grupos y ministerios de la iglesia. Luego de haber participado en esta misión, pude darme cuenta de que esto era otra cosa, fue completamente una experiencia diferente donde pude tener ese encuentro que buscaba con Dios. Me di cuenta también de que a veces nos encerramos dentro de cuatro paredes creyendo que sólo allí está Dios, pero no es así. Dios está también en el necesitado, en el pobre, en el que tiene hambre y sed de nuestro Señor. Sobran manos en una parroquia, pero en misión las manos siempre faltan, por eso de ahora en adelante no dejaré de promover la misión y lo bello que es el encuentro con Dios.” (Miguel Ángel Yáñez Vargas – Salamanca, Guanajuato).

“Nunca había ido de Misión y verdaderamente es algo único y que no cambiaría por nada. Ver a los que tienen poco y que se ganan la vida trabajando, viviendo entre grandes cerros. Quién diría que ahí vive tantísima gente de gran corazón, humildes, que mucho o poco todo lo que tienen te lo ofrecen. En ellos encontré a Cristo, pues con sonrisas y sin conocerme me abrieron las puertas de su casa, de su mente y de su corazón para escuchar lo que les compartía cada día. Al despedirme de ellos se me hizo un nudo en la garganta, porque, aunque fueron pocos días, fueron suficientes para que me hayan tomado cariño y yo a ellos también. Regreso valorando la comida y cada momento, feliz y sabiendo que ellos esperan que vuelva algún día. Traigo grabada en mi mente la siguiente frase: si no vives para servir no sirves para vivir”. (Teresa de Jesús Ayala Grande – Salamanca, Guanajuato).

Muchas otras experiencias quedan grabadas en el corazón de cada uno de los muchachos y de las personas que encontraron en esta misión. Agradecemos al Párroco, el padre Roberto González Ortega, y a cada una de las comunidades que nos abrieron sus puertas. ¡Cristo Vive: Pan de Amor para Vida del Mundo!

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