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Rafael Aguilar Flores SX

Portadores de la Luz

Estimados lectores, comenzamos un nuevo año civil lleno de esperanzas y propósitos que nos llevan a mejorar como seres humanos. Por ello quisiera proponerles que en su generosa lista agreguen esta tarea: “Ser portadores de luz para iluminar la vida de los demás”.

El inicio del evangelio de San Juan nos brinda las pautas para lograr este cometido, teniendo presente, en primer lugar, que Dios ha querido hacerse hombre como nosotros para que nosotros lleguemos a ser como Él (Jn 1,1-18). Este evangelio tiene la originalidad de comenzar con el mismo estilo del libro del génesis, mostrando la esencia de Dios que es: actuar, ser, crear. Dios es Palabra/Verbo, es acción y es esencia, manifiesta su ser actuando, por ello ha decidido encarnarse y poner su morada entre nosotros.

El signo de la Luz es Cristo que brilla en las tinieblas, la misma Luz profetizada por Isaías como Luz de las naciones, esa misma Luz es la Palabra, es el Hijo de Dios hecho ser humano. La Luz que fue anunciada por un precursor llamado Juan Bautista, digno testigo que grita la existencia previa del Hijo de Dios: Jesús prometido por el Padre para ser el Emmanuel, el Dios con su pueblo.

El Señor nos invita a contemplar a Jesús como Hijo, Luz y Palabra. Él se ha hecho ser humano para que podamos también vivir nuestra filiación con Dios Padre, sentirnos hijos por el Hijo, así como dejarnos iluminar por la verdadera Luz que no se apaga y que es plena espiritualidad completada con las obras, pues al ser acción estamos invitados a actuar también y vivir nuestra fe en espíritu y verdad, creyendo y actuando, encarnando la Palabra.

Es posible que, en nuestro caminar como cristianos, no hayamos logrado aún ser anunciadores de la Luz, llevando oscuridad en nuestra vida y en la vida de los demás, caminando por el mundo a tientas por la falta de fe y convicción en que Dios está con nosotros y se encarna cada día para cumplir su promesa de salvación. Sin embargo, la invitación sigue abierta para aceptar que somos sus hijos y que podemos, como San Juan Bautista, llevar a Jesús a todos los que nos rodean.

Pidamos al Padre que nos ayude a comprender que, para que Jesús forme verdaderamente parte en nuestras vidas, debemos poner en práctica el verbo principal de su Palabra: el amor. El amor es el fuego que nace de nuestro corazón e ilumina todo lo que nos rodea, a través de nuestra mirada, nuestra sonrisa, nuestra disponibilidad de servicio y de escucha, nuestra amabilidad y buen trato para con los demás.

Encarnemos la Palabra en nuestras relaciones humanas, especialmente en nuestra familia, olvidando ofensas y sanando rencores que oscurecen nuestra vida. Busquemos resolver esas situaciones y malentendidos que no nos ayudan a vivir en plenitud la libertad que nos entrega Dios al regalarnos a su Hijo. Seamos portadores de la luz e iluminemos la vida de quienes nos rodean.